50 y 20 - CAPÍTULO FINAL

Sabía donde vivía, en un viejo departamento, a unas cuadras del Café; era ahora o nunca. ¿Se enojaría con ella? ¿Y si hubiera alguien más? Era un riesgo que había decidido tomar, al menos, para saber cómo estaba, sin pedirle explicaciones. No se conformaba con esa despedida, sin un adiós, sin tener una pequeña luz de esperanza. No sabía si era amor lo que sentía, al fin ¿qué era el amor? Que saliera con un hombre más joven, eso no le garantizaba que fuera un verdadero amor. El amor era como una apuesta, así lo consideraba, y en ella estaba ganar o perder.  Caminó, con sus ansias consumiéndola, en pocos minutos volvería a verlo. ¿La recibiría? Edificio Mantess, piso 5, ya estaba allí, ahora sus pasos al ascensor se hicieron más lentos. ¡Cuánto lo había extrañado! Ya había esperado lo suficiente. ¡Es ahora o nunca, Mariana! Tocó el timbre...
Unos ladriditos sonaron desde el interior, sintió pasos...cuando se abrió la puerta, la recibieron un pequeño caniche blanco (era Cut) y un hermoso y grande gato blanco y negro, de grandes ojos verdes (era Free) Como si los conociera de toda la vida. Un poco más se abrió la puerta, y allí estaba, ante ella, vestido de bata beige, su rostro algo pálido, pero era él...su amado Ernesto, que tenía sus ojos marrones, grandes como plato, sin dar crédito a lo que veía.
-¡Mariana! ¡Princesa! ¡Túuu!
-Perdóname Ernesto, estaba preocupada por ti, disculpa mi atrevimiento. Sólo quise pasar para saber si te ocurría algo. Si molesto, me voy...
-Pasaaa, pasaa, ya me ves, con esta cara de muerto, estuve con una gripe fatal. No quise molestarte, por eso no fui al Café. ¡Qué hermosa estás! Gracias, ángel mío, por preocuparte. Ven, siéntate, disculpa esta facha, aún no se me quita esta peste del demonio.
-Pero aquí está tu enfermera para cuidarte, para curarte.
-Oh!!! de verdad eres mi ángel. Vamos que te convido con un café, o lo que quieras tomar.
-No, señor, ahora te me acuestas, me dirás dónde está la cocina para prepararte un buen caldo caliente. Es el mejor remedio para tu gripe. Pero antes... -y se le acercó suavemente para depositar un beso en sus mejillas. Sintió el temblor de él. Hubiera querido besarlo en los labios, pero no era el momento. Había que hablar, y mucho.
-Con ese beso me terminarás de curar. Te extrañé, aunque no lo creas, pero ven, tenemos que hablar. -Ese tenemos, creyó escucharlo con un tono algo serio-
-Pensé que quizá te habías apartado por lo de la última vez que nos vimos. Yo entenderé todo lo que me digas. Que si soy joven, que si eres viejo... no, mayor. 50 y 20, casi como aquella canción (40 y 20) 
Ernesto tomó su mano y la llevó al sofá de la sala, un departamento bastante grande, con una gran biblioteca, aunque le faltaba un toque femenino; era el departamento de un solitario, que ocupaba la mayor parte de su tiempo en su máquina de escribir, él no entendía de computadoras. Cut y Free, se acomodaban cerca de ellos, y rápidamente se encariñaron con Mariana. Sus miradas se conocían tanto, que tal vez no necesitaban mucho explicarse. En la mirada de Mariana había amor, espera, ansiedad, y en Ernesto, ternura, sabiduría, deseo incontrolable, e inseguridad. 
-Ya ves, cariño, así soy yo, un gruñón que se levanta temprano por las mañanas, que se engancha con su máquina, nadie me espera ni espero a nadie. Sí, no soy tan joven ni tan viejo, como tú dices, pero siento que la vida a veces me cae encima. Mi divorcio, esta soledad, si no fuera por estos bichitos...
-Y yo, ¿soy algo para ti? ¿Podría tener cabida en tu vida?
-Tú ya estás en mi vida, lo único es que no sé que hacer contigo. No puedo prometerte, ya te lo dije, si es que podemos llegar a algo. Y por otro lado, tu familia ¿qué diría? Son miles de preguntas que me hago. Lo que sé, es que no quiero hacerte daño.
-Lo sé, lo entiendo, nos conocemos poco, aunque para mí es como si te conociera de toda la vida...
Ernesto no pudo más, la tomó entre sus brazos, ya quería poseer su boca nuevamente, y Mariana se dejó llevar. Era algo de los dos, que no podían superar, ninguno podía echarse atrás. Se acariciaron, con sus manos deseaban conocer sus cuerpos, un intenso beso, un intenso abrazo, quizá el amor estaba naciendo de a poco, sin prisa.

-Te amo...dijo Mariana
La respuesta de Ernesto fue un beso aún más profundo y largo. Aún no deseaba poseerla, era suya, los ojos de esa niña-mujer se lo gritaban. ¿Cómo se llamaría esa locura que los cruzó, los atrapó? Era como para escribir una novela. Sí, la escribiría, le gustó la idea, se llamaría "50 y 20" Se lo comentó y rieron los dos. No dejarían entrar el miedo al futuro. Vivir el hoy por el hoy. Eran libres, ¿quién podía prohibirlo?
Ninguno de ellos se acordaba del tiempo, ya qué importaba, que el mundo colapsara, Gilda, su familia, su trabajo, ese momento era para ellos, el después quien sabe, nadie lo sabía. Cut y Free eran los únicos testigos de ese sentimiento que los arrobaba cada vez más. Después volvería a su casa, ahora se quedaría unida en cuerpo y alma a su Oscar Wilde, a su Ernesto a secas, que ya la estaba queriendo otro poquito. Dio gracias a la vida por ese milagro de haberse encontrado. El mañana lo escribirían los dos juntos...

FIN

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