INFIDELIDAD


¿Qué mujer no ha sufrido de ese mal?: La infidelidad. Más que los hombres presumo yo, y con más fortaleza para afrontarla.  Yo no fui la excepción. Probé muchas veces ese plato que me supo amargo, venenoso. Y no una vez, infinitas veces. En ese tiempo no era la de ahora. Me dejé consumir por los celos, el despecho, el rencor... Callé, porque a quién podría decírselo; ¿a la familia? ¿a quién? Por los hijos uno también calla; después supe que fue un error. Estaba sola, frente a una sociedad machista, que perdona a los hombres, pero no a las mujeres; que se permiten cornudas, pero no cornudos; y mucho no ha cambiado esta sociedad, que no me permitió pagar con la misma moneda, (era lo justo, y bien que se lo merecía el hijo de puta) fui el hazmerreír, la comidilla de todos y como es de esperar, la última en enterarme del engaño y la mentira. Cuando una mujer ama, se entrega totalmente, se confía a ese ser a quien hicimos voto sagrado de amarlo, cuidarlo, serle fiel y no cuántas estupideces más que se juran ante un altar. Pero sobre todo le entregué mi confianza y cuando se pierde la confianza, las grietas ya no pueden pegarse. Como cuando se rompe un jarrón, se puede pegar, pero nunca será el original. Queda todo marcado de grietas y huecos. Igual en el amor: Nada vuelve a ser lo mismo.
Después fue la separación, el doloroso divorcio, donde los que más sufren son los hijos, y después la depresión...la incurable depresión, de esa soledad, de ese vacío que se siente, de no saber cómo volver a empezar, sin ganas de vivir, sin ganas de nada. Porque para mi mal todavía lo extrañaba, mas que perder su amor, eran los años que compartimos, esa costumbre de dormirme y despertarme a su lado; Ayuda profesional no la busqué, pero mantenía mi fe, un poco débil pero seguía creyendo en Dios que al fin fue mi terapeuta, mi psicólogo; me sacó del abismo, del dolor, de esa muerte en vida en que estaba. Aún a pesar de todo, a mi ex le doy gracias. Me hizo el mejor de los favores: Conocerme a mi misma. "Lo que no te mata, te hace mas fuerte" De ese dolor surgí como un Ave Fénix: renací más fuerte, segura de mi misma, con ganas de luchar y quererme más.
No le echo toda la culpa a él. En algo o mucho yo también fallé, lo descuidé,  o le di mucha libertad, me confié demasiado. No soy de las que controlan, ni revisan los bolsillos, ni el celular, ni la computadora. Y nunca lo voy a ser. Si para amar a alguien tengo que convertirme en una detective, prefiero estar sola. Es algo indigno. Aunque confieso que a algunos hombres habría que hacerles ese seguimiento. Ni tampoco me siento perdedora. Con este final, que no fue fracaso sino la peor experiencia de mi vida, me hizo ganar en muchos aspectos: A no depender de un hombre, a ser independiente, a superarme, a lograr metas, a ser yo, y que nunca nadie más me borre mi identidad. Perdió más el, pienso yo, porque ser infiel es traicionarte a ti mismo. A tus principios. A tus valores. 
Al fin concluyo, para superar una infidelidad, hay que reconocer primeramente los propios errores,  y antes que nada está el perdón,  hacia quién nos engañó y a uno mismo; se puede seguir, sí, con ayuda terapéutica mejor. Y no perder la fe en Dios, ni tampoco en uno mismo. En mi caso, quedamos en buenos términos, por la familia, pero para mí hoy él es como un extraño, no le deseo mal, le deseo todo el bien posible.   No le niego la entrada a un nuevo amor. Aunque para ser sincera, volver a confiar es lo que todavía no he aprendido.  Eso podrá decirlo el tiempo y mi corazón....

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