DOS DEL SIGLO XIX - ULTIMA PARTE


-Listooo
-¡Qué largooo!
Dijo Julio -¿Recojo profe?
-No. Que recoja Susanita
(Silencio absoluto)  Juan Manuel levantó la vista, nadie se levantó. -Susanita, te estoy esperando, tráeme las hojas.
Del fondo del salón, una chica de pelo negro con colita de caballo y de lentes, comenzó a recoger las pruebas. Juan Manuel no la perdía de vista; de a poco se venía acercando. Vestía su uniforme, su pelo recogido con un moño, lentes más o menos grandes, piernas bien formadas; tendría unos dieciocho años, contra sus veinticinco, no era mucho la diferencia, pero él era profesor, ella la alumna. Llegó hasta el escritorio, dejó el montón de hojas. Quiso volverse a su banco.
-Susanita, dime una cosa, ¿tú hiciste el poema de la otra clase? Trató de verle los ojos, pero la chica miraba hacia abajo. Pudo ver unas pecas en su mejilla derecha y su nariz medio respingona. Parecía una niña
-Usted no me preguntó, profesor
-Mi pregunta es si lo hiciste.
-Sí, pero después lo rompí
-¿Por qué? Quiero que me lo hagas de nuevo
-Profesor...yo...
-Mañana, no te olvides

La chica se retiró sin decir nada. Se sentó en el último banco donde nadie pudiera verla. -Tímida resultó mi poetisa- porque estaba seguro que era ella. No podía ilusionarse, pero algo lo incitaba a ello. El, tímido, ella, tímida, ¿cómo podrían comunicarse? Uno de los dos debería tomar la iniciativa y ella no le iba a confesar la verdad. ¿Le haría el poema? Posiblemente intentaría evadirlo, como efectivamente ocurrió. Susanita le dijo que olvidó hacerlo. Entonces, ya decidido a develar ese enigma planeó algo para hacerlo; él escribiría un poema que preparó así:

"Me amas como yo a ti.
Sé que me piensas igual.
No puedo ver aún tu mirar
Si será azul , verde o gris

Mas mi gran ilusión es verte
Mirar el rubor de tus mejillas
Estar en tus sueños presente
Besar tu rostro de mujer-niña"

¡Vaya! ¡Susanita hizo de él un poeta! ¿Se estaría enamorando? Dejó el sobre debajo del banco de la muchacha, sin que nadie lo viera.
Ese martes estaban esperándolo; Susanita, siempre oculta, escribiendo (¿para él?); caminó entre los pupitres, mientras explicaba el tema del día. Cuando llegó a la última fila, pudo ver el rostro de Susanita, rojo como la grana, ¿sonriente? Mostró sus dientes con frenillo, él le devolvió la sonrisa, guiñándole uno de sus ojos azul-mar; los de Susanita eran verdes. Al terminar la clase, todos se fueron retirando.

-Susanita, por favor, antes de irte, ¿puedes borrar la pizarra?
-Sí, profesor

A espaldas de ella, Juan Manuel puso el sobre de la chica en el escritorio. Al terminar el trabajo, fue a dejar el borrador y vio al profesor con algo que Susy conocía... Quiso dar la vuelta enseguida para irse...

-Ah, ah, no tan rápido mi poetisa encantadora. ¿Esto es tuyo?
-Yo...Yo...yo...
-¿Por qué Susanita?
En los ojos de la chica, asomaron unas lagrimitas.
-Perdóneme profesor, no lo quise ofender
-¿Mi poema también te ofendió?
-¿Eeera suyo? Lo miró con los ojos sorprendidos de felicidad
-¿Acaso hay alguien más a quién le escribas poemas?
-Nooo sólo a Us... Perdón, no
-¿Lo que escribiste es cierto? -Le preguntó dulcemente Juan
-- dijo Susy, escondiendo la mirada
-Vamos, te invito a tomar un café. ¿Te gusta hablar de poesía?
-Mucho y de música y de lectura también
-¡Tú eres de las mías! Un día te voy a presentar a dos amigos loco que tengo - Se sentía como un adolescente frente a esa pecosita.

Terminó la tarde, Juan Manuel y Susanita, se alejaron perdiéndose en las calles. Dos desapercibidos para el mundo, dos del siglo XIX; algún futuro los esperaba. En el último pupitre del salón, se hallaba marcado en rojo, un corazón con una flecha JM y S...

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