AMARGAS HORAS - CAPITULO II-FINAL


Dos días más tarde Chantal ya se encontraba en su casa, cuidando de Bernie, feliz por ser mamá nuevamente pero sin olvidarse nunca de su hija. Esta nueva etapa de su vida le había dado más fuerzas para luchar, tenía todas sus esperanzas puestas en el abogado y más que nada en su marido, que la ayudarían a traer a su niña de vuelta a su hogar. El bebé dormía, se acercó a su cunita para verlo, su corazón desbordaba de ternura; dio gracias al Cielo por tener a su lado a ese hombre tan bueno quien la salvó del abismo, sin él estaba segura de que no hubiera vivido mucho más. Llevaban una vida feliz, normal, cada día su amor crecía junto al hermoso bebé. A veces tanta felicidad le hacía sentir miedo, pero enseguida desechó de su mente esos pensamientos oscuros. Paul, ella, el bebé, sólo faltaba Debbie. Sería difícil el primer tiempo para la adaptación de la niña, hablarle sobre la verdad, sobre el daño que su padre le había causado separándola de su verdadera madre. La jovencita tampoco tenía ningún recuerdo de ella, quién sabe qué le habría contado ese desalmado, o que la había abandonado o que estaba muerta. Trató de recordar alguna palabra, algún momento que Debbie pudiera recordar de su niñez que la asociara con ella, su madre. Ya lo recordaría, en esos pensamientos estaba cuando el ring del teléfono la regresó a la realidad.

-Aló, ¿quién habla? El teléfono permaneció mudo, Chantal sintió que a través del otro lado de la línea había alguien, una respiración muy lenta.
-Aló, ¡hable por favor!
Una voz tenebrosa, cavernosa susurró unas pocas palabras:
-Aléjate de la niña, aléjate por tu bien y por el de tu niño
-¿Quién es? ¡¿Max eres tú?! ¡No creas que vas a intimidarme con tus amenazas! ¡Eres un desgraciado, me robaste a la niña, pero yo me voy a encargar de se haga justicia!
 Siguió gritándole, pero le colgaron. Chantal quedó en un estado de shock, justo en ese instante entró Paul. Le contó sobre la llamada. Desconsolada se arrojó a sus brazos. –Tranquila amor, está asustado, sabe que sólo es cuestión de tiempo para tenga que entregarte a Debbie.

Mientras tanto llamó a Tintin para averiguar qué novedades había sobre los exámenes. –Jefe, estoy esperando en el laboratorio que me entreguen los resultados. En cuanto sepa algo lo llamo.
Paul estaba preocupado, cuando tuvieran los resultados, que seguramente serían positivos se lo llevarían al juez para que procediera a la debida citación para prestar declaración en el tribunal. Pero sabía que Brighton era un tipo sin escrúpulos, acudiría a cualquier medio para salirse con la suya, e incluso era capaz de poner en riesgo la vida de Debbie. No quiso inquietar a Chantal, debía actuar con mucha cautela. Lo que más deseaba era echarle el guante a ese cretino. Dejó a su mujer en casa de sus suegros porque consideró que no debía estar sola, después de recibir esa amenaza telefónica. Sonó su celular.
-Jefe, se lo dije, el resultado es el 100% La niña es hija de Chantal. ¿Ahora que paso sigue?
-Vente para aquí, ya! con los exámenes. Llamaré a Trenton para avisarle que estamos yendo para su oficina. ¡Gracias a Dios!


Minutos más tarde se reunieron en las oficinas del abogado. No quería por ahora avisarle nada a su mujer. –Realmente han tenido mucha suerte –le decía Trenton- pero…
-¿Pero qué? ¿Ahora que pasa? 
–protestó Paul
-Que no será tan fácil. Habrá un juicio. Posiblemente la niña tendrá que subir a declarar. Lo cierto es que para ella son sus verdaderos padres. La única verdad que conoce son las mentiras que le dijeron Brighton y su pareja. Si el jurado lo encuentra culpable irá a la cárcel directo, pero si lo hallan inocente, no quiero ni pensarlo…
-¿Cómo va a ser inocente? Los exámenes lo demuestran. Por Dios Trenton, ¿de qué estás hablando?
-Sí, los exámenes lo demuestran, pero no sé qué se traerán los abogados defensores de Brighton. En fin, tengo la esperanza que surja algo, que defina de una vez la culpabilidad de ese tipo.


Chantal estaba en casa de sus padres, intranquila, esperando noticias de su marido, ¿por qué no la llamaba? ¿habría ocurrido algo? Su madre Georgina, le trajo una taza de té –Querida tienes que estar calmada- 
-Sí madre, es sólo que Paul me prometió que me llamaría para decirme sobre lo de los exámenes. Hace más de dos horas que no sé nada de él. ¿Tú estarías tranquila en mi lugar? ¿Qué traes allí? Georgina puso en la mesa una caja mediana. La abrió y empezó a revolverla. –Mira aquí tengo unas fotos de Debbie contigo.- En la foto aparecía con su niña, era su tercer cumpleaños, el último que pasó con ella y junto a las dos había dos payasos. Estaba tan pequeña aún, recordó que ese día contrató a esos payasos tan simpáticos, Pelusa y Bombón. La niña estaba encantada con ellos, sobretodo con Bombón que le hacía mil carantoñas, actos de magia, la hacía volar por el aire. Debbie reía a carcajadas. De repente Chantal se dijo a sí misma “¿sería posible que Debbie recordara algo de ese día?” –Es verdad mami, ese día fue inolvidable para Debbie. Déjame guardar esta foto- Se alegró mucho de que su madre conservara esos recuerdos. Ella nunca había querido mirar las fotos de su hija, la llenaban de tristeza, de un agudo dolor.

El juez emitió la orden de citación para Max Brighton. Debería presentarse al día siguiente en los tribunales junto a su pareja para rendir declaración, y pidió también a Trenton y a su contraparte a presentarse en el tribunal el lunes siguiente. Se avecinaban días muy tormentosos, sobre todo para la niña, que estaba muy lejana a la verdad.
Tintin y Paul Morand se hallaban en la Central atendiendo otros casos, a Paul le costaba concentrarse, no sabía qué lo mantenía inquieto, como un presentimiento, ¿qué habría dicho Brighton sobre la citación? ¿Se presentaría? No tenía otra salida, o sería peor para él. –Tintin por qué no te acercas por la casa de Max, y me informas qué movimiento ves, estoy seguro de qué este tipo no se va a quedar con las manos cruzadas. Mientras llamaré al juzgado para que me informen si se presentó a la citación.
-Voy para allá jefecito, no se preocupe que ese de mí no se escapa.

Paul llamó a la secretaria de los tribunales, Sara era una mujer de cincuenta y dos años, era una persona muy capaz, casi insustituible, sabía más de cuestiones legales que los propios abogados.
-Sara soy Paul Morand, disculpa que te moleste.
-¿Cómo está oficial?, no me molesta para nada. ¿En qué puedo ayudarlo?
-¿Podría decirme si Max Brighton y su mujer se presentaron en el tribunal a declarar?

-Sara respondió de forma algo insegura -Nnnoo Oficial, mientras estuve aquí no han venido. Pero no se preocupe, porque si no se presentan el tribunal irá hasta su casa y ya no para declarar, sino para detenerlos por obstrucción a la justicia.
-Está bien Sara, de todas formas Tintin fue darse una vuelta por la casa de Brighton por si ve algo fuera de lo común.


No había terminado de hablar con la secretaria, cuando recibió un mensaje por el celular. Era de Tintin. –Jefe, asunto grave, Brighton y la mujer desaparecieron llevándose a la niña.
-¡¡¡Maldicióoon!!! – Llamó a su compañero mientras se subía a la camioneta. No podía ser. Si era así, ese delincuente estaría acabado, pero lo más grave de todo es que tenía a la niña, y seguramente de rehén. Sabía que no se equivocaba. No se iba a rendir tan fácil. ¡Maldito Max Brighton! Corrió por las avenidas haciendo sonar la sirena, tenían que atraparlo inmediatamente. Si trataban de cruzar la frontera estaría todo perdido. En pocos segundos recogió a Tintin quien dejo su coche estacionado y se fue con Paul.
-¿Qué más averiguaste? ¿A qué hora desaparecieron?
-Cuando llegué vi que la casa se veía muy silenciosa. No observaba movimiento, así que pregunté a los vecinos que viven en la casa de al lado. Me dijeron que los vieron salir hace como dos horas.

-Seguramente en cuanto recibió la citación pusieron pies en polvorosa. Nos llevan dos horas de ventaja.

Paul llamó por su intercomunicador. –A todas las unidades, por favor necesitamos apoyo, soy el oficial Paul Morand. El sospechoso Max Brighton ha emprendido huida, va en compañía de su pareja y llevan con ellos a una niña, posiblemente de rehén. Que cierren las fronteras, por aire, tierra y mar. No sabemos por dónde intentará huir. Atención a todas las unidades, necesitamos apoyo…. unidades policíacas, helicóptero. Posiblemente van en una camioneta Ford Toyota, color negra, placas FYUMIA2670, repito, placas FYUMIA2670, cuando lo encuentren procedan con cuidado, llevan una niña de ocho años, repito, llevan una niña de ocho años. Siguió repitiendo mientras corrían a toda velocidad por la ciudad de Miami.

A los minutos recibió entró una llamada. –Paul, soy Sebastian Richmond, le hablo desde la unidad 74, estoy yendo por la Avenida…. El helicóptero detectó una camioneta color negra, van hacia el aeropuerto, lo estamos siguiendo con precaución.
-Atención unidades 10 y 4, diríjanse hacia el aeropuerto, el sospechoso se dirije hacia allá, traten de detenerlo. No debe del aeropuerto, entendido? No debe salir del aeropuerto. El sujeto posiblemente esté armado.


Tenía que avisarle a Chantal, no le perdonaría que no le avisara del incidente, lo que no sabía era como decírselo sin que colapsara. Marcó el su móvil rogando al Cielo que pudiera tomarlo bien. -¿Cariño? ¿Estás en casa?
-No, amor, estoy en casa de mamá, estuvimos revisando unas fotos de Debbie cuando era niña
-Chantal, quiero que estés tranquila, debes mantener la calma.
-¡No me asustes! ¿Qué pasa por Dios? ¿Le pasó algo a la niña? Es Paul, Mamá.
-Brighton está huyendo con su pareja y la niña, estamos tratando de darle alcance en el aeropuerto.

-¡Dios! A Chantal se le quebró la voz. –Estoy bien mi amor, estoy bien, yo voy a estar calmada. Dime qué debo hacer.
-Nada, no quiero que hagas nada. Sólo quédate con tu madre y que confíes en mí. ¿Entiendes? ¿Confías en mí?
-Por supuesto, confío enteramente en ti. Ten cuidado por favor, ayyyyyyy, y si le pasa algo a Debbie? Tengo miedo, mucho miedo.
-Eso es a lo que me refiero. Te aseguro que no se nos va a escapar. Están trancadas todas las fronteras. Yo te vuelvo a llamar. Tú esperame. Espéranos. Te amo.
-Te amo Paul, te amo.


Aeropuerto Internacional de Miami

Todo el aeropuerto estaba rodeado de policías, de francotiradores. La búsqueda era intensa, procedieron a la evacuación de los pasajeros para evitar heridos o algo peor. –Busquen arriba, en los kioscos, en los baños, el sujeto es un hombre rubio, ojos claros, la mujer no hay muchos detalles, la niña tiene unos ocho o nueve años, es pelirroja.- Con cuidado por favor, no vayan a disparar por nada hasta que les dé la orden.- El oficial López y yo buscaremos por el lado este, por los mostradores; que otros oficiales revisen por el lado de tránsito. En ese momento la voz de los parlantes anunció un vuelo: “Pasajeros con destino a Madrid, España, vuelo 2223, dirigirse a puerta 10” repitió nuevamente “Paajeros con destino a Madrid, España, vuelo 2223, dirigirse a puerta 10”
Paul tuvo una fuerte corazonada. –¡Tintin, corre! A la puerta 10, por ahí deben estar saliendo. Da el aviso a los otros. ¡Corre! Al instante los dos comenzaron una carrera desenfrenada hasta donde estaban abordando los pasajeros. -¡Alto! ¡Nadie se mueva!- Los pasajeros entraron en pánico, pero se quedaron quietos, mientras iban llegando otros policías. –Paul –le dijo Tintin – tal vez está abordando con otro nombre. Habían muchas personas que los miraban aterrados -Fíjense donde haya niños o niñas- La azafata los miró molesta:
-Oficiales, por favor, ¿se puede saber qué ocurre? No pueden asustar así a los pasajeros. Les exijo una explicación.
-Señorita, discúlpenos, estamos buscando una pareja con una niña. El individuo se llama Robert Brighton, la mujer lo desconozco, la niña se llama Cathie, tiene ocho años, es pelirroja. No pueden salir del país. Están secuestrando a la niña. – La azafata lo miró sin entender – Señorita como se llame, no tenemos tiempo, ¿entiende? ¿Puede mostrarme la lista de sus pasajeros? ¿Ya ha abordado algún pasajero?
-mmmm déjeme ver……
-¡Por Dios mujer! ¿No entiende la gravedad de esto? ¡¡¡Apúrese!!!
-Está bien, pero no tiene porqué gritar. ¡Caramba!

Paul cerró los puños de impotencia. Tenía ganas de caerle encima.
-No hay nadie con ese nombre. Lo lamento señor, ¿podemos continuar con el abordaje.?
-No, quiero ver la lista
-Imposible señor, es contra las reglas del aeropuerto

Paul ya no aguantó más, le arrancó la lista de las manos. La azafata lo fulminó con la mirada. –¿Usted quiere tener problemas con la ley? La hermosa mujer negó con la cabeza. –Perfecto, ahora cállese y déjenos trabajar.
A continuación revisó la lista de arriba abajo, con los ojos buscó las “M” no había Max, -golpeó el mostrador con energía- Mmmmmm, Madison, Manuel, Marcos, Mel, Melchor, Michael, Michel, Monty….. se acabaron las M. Algo le hizo retroceder arriba, Michel Brent, mismas iniciales…. –¿Michel Brent ya abordó? ¿Con quién viaja?- La azafata buscó entre los números de los boletos. Paul pensó: “¿esta mujer no tiene sangre en las venas? Nada la altera?” Con los dedos tamborileó en el mostrador.
Viaja con su esposa Natalie Conde
-¿Viajan solos?

-Creo que sí.
-¿Cómo que cree? ¿Sí o no?
-Al parecer sí, señor, hicieron reservación para ellos solos.
-¿Ya abordó?
-No, aún no

-Muy bien, quiero que se quede callada. Nadie volverá a abordar en ese avión. Esperaremos por aquí. Usted no habrá la boca. Que todo transcurra normalmente. Notifique que hubo un retraso, pero que los pasajeros continúen chequeando sus boletos. ¿Entendido?
-Sí, señor, entendido – 
contestó la mujer con cierta altanería en su voz.

Paul le habló a su gente. -Dispérsense pero no muy lejos, por el norte y por el sur. Actúen como si fueran pasajeros. Guarden sus armas. Posiblemente esté dirigiéndose hacia aquí. Se hace llamar Michel Brent. Que el techo se me caiga encima si no es él. Tintin quédate conmigo. Agarra una revista, cualquier cosa. ¿Listos? Todos obedecieron sus órdenes. No pasaron cinco minutos cuando Tintin vio que de lejos venía caminando una pareja, de la mano de la mujer venía una niña…. –Jefe, por allá lejos viene una pareja con su hija. ¿Serán ellos? Observe con cuidado.

El hombre tenía un sobretodo largo de color marrón, la mujer caminaba con cierta inseguridad, el individuo la sostenía por el brazo. La niña tenía puesto un sombrerito rosa, un vestido rosa y blanco. No podía ver su cabello. Tenían que ser ellos. Cuidadosamente habló por su bip: -Atención, atención, se vienen acercando. Vengan caminando normalmente. Que no se dé cuenta. Cuando la pareja se acercó, le dijeron algo a la niña para que se mantuviera alejada. Lógicamente - pensó Paul- se la quieren llevar sin registrarla, “no, tú no te la llevas miserable”. Comenzó a caminar lentamente hacia el sujeto, de repente se encontró con los ojos de la niña. Sí, era Cathie, por debajo de su sombrerito asomaban sus bucles rojos. Pero inesperadamente la niña gritó con voz fuerte: -¡Papá! ¡Papito! Brighton desde el mostrador se dio vuelta, vio a López y a Morand, corrió hacia la niña, la sujetó con fuerza, Brighton intentó meterse por el pasillo de abordaje pero había otras personas delante de él, se zafó como pudo y corrió velozmente por donde habían venido, la niña trataba de escaparse de sus brazos, pero le salieron al paso dos policías armados. Corrió hacia el lado contrario, y también otros policías le cerraron la salida. Desesperado sujetó a su hija con fuerza. –¡Si me disparan tendrán que matarla a ella primero!
-¡Es su hija Brighton! ¡Cómo puede tomarla de rehén!. ¡Déjela ir! No tiene escapatoria. El aeropuerto está rodeado por todos lados. –Ese Brighton definitivamente es un desequilibrado- se dijo Morand
-¡Es mi hija! ¡Ustedes no me la pueden quitar!
-Es su hija, sí
 – le respondió Paul – pero también es hija de Chantal Bouvier. Usted se la robó hace nueve años. ¿Recuerda? –Los ojos de la niña lo miraban azorados.
-No tiene como probarlo.
-¿Eso es lo que usted cree? Se equivoca. Hay exámenes que lo prueban. Ya están en manos del juez.

-Pues tendrá que quitármela. ¡Venga! Dispáreme, acérquese dos pasos y le disparo – puso el revólver en la cabeza de la niña.
-¡Papá! ¡No! ¡No me mates! -Lloraba la niña aterrorizada

Esto era más de lo que podía soportar. -¡No me obligue a matarlo Brighton! Terminemos con esto. Le aseguro que podemos hacer un trato. Suéltela. Déme su pistola. Créame, no tiene salida, no alargue más esto. Piense en su hija. No le agregue más años a su condena. En Max Brighton hubo algún cambio. Se sentía agotado. Sus ojos dejaban ver que no había dormido. En cierto momento aflojó y abrazó a su hija con sus dos brazos. Instante que Tintin aprovechó, cayó sobre él y le quitó la pistola. Todo había terminado. La pareja fue esposada y conducida a la patrulla para llevarlos a la Central para sus respectivas declaraciones y encarcelamiento.

En la Federal Central

En la Central horas después, Paul y Tintin agotados por esa cacería interminable esperaban el momento que les entregaran a Cathie, a quien le estaban realizando algunos exámenes físicos y psicológicos.
-Bueno Tin, te agradezco todo el esfuerzo, a ti y a los muchachos. Después de esto, los invitaré a comer una barbacoa en casa.
-Si hombre, fantástico, pero no te olvides, me debes algo todavía.
-¿Qué será eso?
 – Paul trataba de recordar.
-Te refrescaré la memoria. El aumentito. ¿Ya lo olvidaste?
-¡Ah! si! Por supuesto, mañana recuérdame que reporte en Administración. Entonces serás tú quien tenga que brindarnos algo. Jajajaja

-¡Explotador! Jajajaja.

En ese momento se abrió la puerta de la oficina. La doctora Zulay Ramos entró con Cathie.
-Hola Cathie. –Paul la tomó de las manos.
-Hola.
-Cathie cariño, debemos hablar.
-Si se refiere a mi verdadera mamá, ya me contaron. Yo no la recuerdo bien. ¿Es la señora del parque, no?
-Sí hija mía, ahora vayámonos. Le daremos una sorpresa.


EPÍLOGO

Chantal sintió que se abría la puerta de entrada. Dejó al bebé durmiendo en la cunta. Bajó despacio las escaleras. En la sala estaba Paul y …… Debbie, pronunció suavemente. La niña la miraba algo tímida. Los ojos de Chantal se humedecieron de lágrimas, quería estrecharla entre sus brazos, besarla, pero no quería asustarla. Tendría que darle tiempo.
-Sé que te llamas Cathie, pero para mí siempre serás Deborah, Debbie. ¿No te importa si te llamo así?
-No, señora.

Sabía que costaría mucho la adaptación de su hija a su nueva vida, su nueva casa, un hermanito, el tiempo los ayudaría a recuperarla. Dio infinitas gracias a Dios, a la vida, porque se la habían devuelto. Atrás quedaron sus años de sufrimiento. No todas las madres podían tener esa dicha, de reencontrarse con sus hijos desaparecidos.
-Te voy a mostrar algo hijita, espérame aquí. –Subió las escaleras y recogió al bebé dormido, y también tomó la foto de los payasos.
La niña miró con mucha ternura a su hermanito. Chantal sabía que eso haría muy feliz a la niña, pero todo lo harían paso a paso. Una emoción cada día. –Quería enseñarte esta foto- Debbie la vio, habían dos payasos, un pastel de cumpleaños, globos, una niña pelirroja con un bonete en la cabeza. La miró en silencio. No dijo nada. Pero la miraba fijamente.
Chantal la dejó con Paul y su hermanito. –Iré a prepararles algo. No se muevan de aquí.-
Cuando Chantal se levantó para ir a la cocina, una voz suavecita y tímida dijo a sus espaldas: -Bombón.

Paul y Chantal se miraron emocionados. No hacía falta decir nada más. Se besaron y luego abrazaron a su hija. La vida les sonreía nuevamente. La vida continuaba.

FIN

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