LA SECUESTRADA



(Un relato basado en hechos verídicos, algunas situaciones y los nombres son ficticios)

El encuentro

-¿Conoces a esa muchacha que está por allá?
-¿Cuál será?, específicame bien, porque entre este gentío no sabría decirte
-Aquella de vestido floreado, que está conversando con otras dos amigas.
-Ah, sí, ya la veo, bella verdad? La verdad, no tengo idea, pero si quieres te averiguo.
-Gracias Paco, te espero por aquí.

Quiénes así hablaban, eran Ivan Leroy y Paco Mont, dos amigos que estaban pasando unas vacaciones en el Hotel L’aroque, un sitio ideal para ir a deleitarse con las más bellas playas, rodeado de palmeras, de arena blanca, de música tropical. El sitio estaba repleto de turistas, que iban al casino, a la pista de baile, a caminar por la rampa; no había momento para el aburrimiento, ni siquiera pera el descanso. Todo el ambiente rebosaba de música, de color, de risas, de juegos, de platos exquisitos. En las noches la luna llena daba una imagen espectacular al mar, ocasión que aprovechaban las parejas de turistas para pasear por los alrededores, o caminar por la arena.

Corrían los años 50,  época en que el país vivía una excelente situación económica, quizá la mejor que se hubiera vivido; eran los tiempos de la dictadura de Santos Quesada* un militar que llegó al poder aplastando a los partidos políticos, sembrando el terror y la persecución a los adversarios. Pero esa situación solo la vivían los que estaban en la resistencia, que eran acosados por la Fuerzas Nacionales especie de Gestapo que controlaban todos los movimientos de las personas y de empresas. A los sospechosos los metían en los calabozos, donde eran torturados, muchas veces asesinados. Quien entraba a las cárceles de las Fuerzas Nacionales difícilmente tenían escapatoria.  Reinaba el terror, mas no en el pueblo común y corriente, que vivía en la mejor situación, había trabajo, buenos salarios, buena educación, no había delincuencia en las calles, principalmente se vivía con mucha tranquilidad, tanto es así que en las noches, cuando el calor arrasaba, la gente sencilla dormía con las puertas abiertas, sacaban los colchones a las terrazas o a los patios para dormir a sus anchas. El pueblo era feliz, no se enteraba de lo que ocurría, o tal vez no quería saberlo. Se callaba y se vivía sometido como en todas las dictaduras.

Paco se fue acercando a las muchachas que se reían divertidamente, y con su seductora sonrisa se presentó, les dio su nombre y así iniciaron una conversación. La chica en cuestión, por la que tenía la misión de averiguar su nombre se llamaba Odette Brindisi; era una mujer muy bonita, realmente preciosa, de pelo negro azabache lacio, que llevaba con una melena y un rostro que guardaba unos grandes ojos negros, con un cuerpo de veinte años, una cinturita avispa, en fin, una chica deliciosa de los cincuenta que impactó a Iván quien seguía en la otra esquina esperando impacientemente. Se la comía con los ojos, la devoraba, ya se la imaginaba en su cama haciéndola suya. Porque no iba a dejar que fuera de otro. Se veía a leguas que era una niña inocente, que aún no había probado las mieles del amor. Le gustaba demasiado, no sabía qué le había dado por esa fulana desconocida, pero de repente se encontró diciéndose a sí mismo “vas a ser mía, totalmente mía., únicamente mía...” Mientras estaba absorto en sus pensamientos, levantó la mirada y vio que Paco venía hacia él con tres chicas, entre ellas, su desconocida... perlitas de sudor frío nacían en su frente, su cuerpo tembló de excitación, sintió que su miembro se endurecía...

-Hey, amigo mira que bellezas me encontré! - mas Iván solo podía tener ojos para quien lo volvía loco desde que la descubrió. El no era lo que se dice un hombre atractivo, más bien sus rasgos eran algo ordinarios, un feo con mucha masculinidad, vestido a la moda, llevaba puesto un traje azul marino, y de sus ojos parecían salir llamaradas. La chica en cuestión, se sintió inquieta al toparse con esos oscuros ojos que la atravesaban, pero tampoco podía dejar de mirar a ese hombre, tenía algo no sabía qué, que la intimidaba.
Me permito presentarles a mi buen amigo Iván Leroy, estas bellezas son Patricia y Odette. Bueno chicas, que les parece si brindamos con un poco de champagne, o de vino? La noche recién empieza...
-Bueno –dijo Patricia, y así nos cuentan que hacen por aquí, de donde son, Odette y yo estamos pasando una semana, antes de reintegrarnos a nuestros estudios. Yo estudio arquitectura, y Oddi de maestra.
-Qué bien –aprobó Iván-, dos mujeres independientes, inteligentes, el país necesita mujeres como ustedes. Antes, la mujer tenía que quedarse en la casa, cocinando, atendiendo a su marido, a sus hijos. Ahora se están liberando más.

Paco intervino para interrumpir – Me parece muy bien esta conversación de la mujer independiente, pero por qué no vamos al salón, brindamos, bailamos, y seguimos con la charla? - Sin esperar respuesta los fue empujando hacia el gran salón donde una famosa orquesta tocaba el ritmo de moda, música alegre, tropical, mambos, cumbias, cha cha cha.  Paco sacó a bailar a Patricia, por lo que Iván y Odette quedaron solos.

Que te parece esta música? No quieres bailar?- Le preguntó él.
- La verdad es que no soy buena bailarina. Pero me gusta mucho la música.
En ese momento la orquesta comenzó a interpretar un bolero conocido, oportunidad que Iván aprovechó para insistir. 
– Vamos no te vas a quedar ahí toda la noche. Es sencillo, yo te llevo y tú me sigues. -
Seguidamente fueron a la pista, mezclándose entre la multitud de parejas que bailaban. Iván la tomó por la cintura suavemente, y agarró su mano. El perfume de su pelo casi lo hizo enloquecer. Si ella supiera cuánto la deseaba... Mientras bailaban, sus manos recorrían su cintura, su espalda. Odette no sabía qué hacer, si continuar bailando o dejarlo, aunque también le gustaba estar así con él. De repente sin que ella pudiera evitarlo, Iván posó sus labios suavemente sobre sus mejillas y  luego llegaron a su boca, y le e introdujo su lengua, provocándole un mar de sensaciones. Fue algo delicioso. Estaba por desprender un botón de su blusa, pero la chica retrocedió, y se volvió a la mesa.
-Perdóname... fue un impulso. Tú sabes, la música, y sentirte tan cerca, no sé que me pasó.
-Está bien. No te preocupes. Queda olvidado.
-¿Podríamos seguir viéndonos después de que se vayan? ¿Tienes novio?
-No sé, tendré que pensarlo. Aún no te conozco bien. Y no tengo novio, sólo algún pretendiente.
-Me gustaría llamarte, realmente me agradas mucho. Y si me permites quisiera invitarte a salir alguna vez. Hablar de nosotros.
-Bueno, te daré mi teléfono. No creo que haya ningún problema. Pero ya sabes, solamente amigos.
-Por supuesto, amigos, únicamente amigos....

Iván se sintió conforme. Fue un estúpido de besarla así. Casi mete la pata. Ya tendría tiempo de conocerla, de seducirla, de llevársela con él... De lo único que estaba seguro es que ella sería para él tarde o temprano. Cómo y cuándo no sabía. Sólo era cuestión de tiempo. De muy poco tiempo.

-Epa! Ya dejaron de bailar? - Paco y Patricia venían agarrados de la mano. Entre ellos existió una química desde el principio. Se sentían felices, Patricia no parecía acordarse de su amiga en ese momento.
-Sí, vinimos a tomar algo, brindamos entonces? - Iván Leroy les alcanzó una copa a cada uno y luego los cuatro alzaron para brindar por esa noche.
-¡Salud! ¡Por nuestra amistad! ¡Por nuestro futuro! ¡Por nuestros estudios! ¡Por lo que venga! ¡Salud!

Y así transcurrió la semana, los cuatro amigos continuaron divirtiéndose, bailando, jugando en el casino. El último fin de semana, fueron a la playa, ocasión que tuvo Iván de ver a Odette en traje de baño, él la invitó a bañarse; otra ocasión que tuvo para tomarla de la mano, nadar junto a ella, y de vez en cuando levantarla entre las olas que iban y venían, salpicándolos. Tenía un cuerpo de diosa, era muy blanca, con bastantes pequitas en su pecho y en su espalda; su pelo negro mojado, y las gotas de salada en su piel tostada, todo en ella lo ponían enfermo, la hubiera violado allí sobre la arena, la hubiera hecho totalmente suya. Esto tenía que terminar. Tenía que hacer algo.
Se tendieron sobre la arena para tomar el sol; sus ojos subían y bajaban sobre el cuerpo de Odette; sus hombros redondos, sus senos grandes y hermosos como dos fuentes para beber, su vientre aún con perlas de agua del mar secándose y más abajo dentro de su blummer, lo más sagrado, lo que sería sólo para él...

-¿En qué piensas Iván? Te quedaste callado de repente.
-En ti. Que este es el último día y quizá no volveremos a vernos. Has sido muy especial para mí.
-Pero ya te di mi teléfono. Más adelante podremos hablar y vernos.
-No será lo mismo. Estos días fuiste sólo para mí. Después quien sabe, tus estudios, tu familia,  no será igual.
-Dejémoslo al destino. Tú también me gustas. Pero quiero tomar las cosas con calma.
-Odette, ¿puedo pedirte algo?
-Sí, ¿qué será?
-¿Me dejas darte un beso?
-¡Ay Iván! ¿Qué puedo decirte? Bueno, como es la despedida...

El no terminó de escuchar su respuesta, la besó mordiendo despacito sus labios, y la acarició, la apretó contra sí... Se había enamorado perdidamente. Sus manos se detuvieron jugando con sus senos. Odette ya no se resistía, sus caricias le encantaban, quería más, más... Bajó aún más sus manos, y pendiente de que nadie los viera los introdujo dentro de su blummer. El cuerpo de su chica se contraía, se retorcía, su piel temblaba, le provocó un orgasmo pequeño que los dejó sedientos de más. Se detuvo, no quería que pensara que quería aprovecharse de ella. Se volvieron a meter en el agua para aliviar ese deseo que los quemaba y los unía.

La huida

Pasó un mes luego de ese encuentro, la chica no podía dejar de pensar en su enamorado. No conseguía concentrarse en sus estudios, y tampoco se animaba a contárselo a sus padres. Su padre era un coronel del ejército, un hombre muy rígido que no le daba muchas libertades a su hija. Ese viaje de vacaciones se lo permitió porque había sacado muy buenas notas, y confiaba en su amiga, que era una chica bastante seria, medio alocada, pero de buena conducta. No, a sus padres no les confiaría lo que vivió junto a su chico. Pero se lo dijo a Patricia.

-Mira qué quieres que te diga, buenmozo no es, sinceramente no sé que le viste,  no sabemos de dónde es, ni que hace realmente, ni quien será su familia. Te diría que andes con pie de plomo, porque si se entera tu padre, te mata, y me mata a mí también por haberte descuidado. Es capaz de meterlo preso, tú sabes bien... no es necesario que te lo diga, la situación que vivimos. Me imagino que la cosa no habrá llegado a tanto ¿no?
-No, tranquila, él me respeta mucho. Fue tan tierno conmigo, yo le di mi teléfono, me llamó para vernos, así quizá tengamos alguna oportunidad.
-Pues conmigo no cuentes, de verdad te digo, manténme fuera de esto, te lo ruego, si quiere verte que venga aquí a tu casa. No hagas locuras
-¿Estás loca? ¿Y cómo hago con papá? Nunca me lo va a permitir, nunca.
-Y entonces, ¿qué vas a hacer? ¡Ay no sé Oddi! me da un poco de miedo todo esto. No sé, ese tipo lo veo como medio obsesionado contigo. No lo veo correcto que te veas a escondidas con él. Quién sabe cuáles son sus intenciones. A veces te miraba de una forma... no sé... parecía que te estuviera devorando... No sé, amiga, todo esto me da algo de desconfianza. Yo diría que te des una tregua. Dile que espere un poco. ¿Lo harás?
-Puede ser. Tal vez. No estoy segura. Tengo ganas de verlo. ¡Ay! ¡qué hago!
-¡Ay, amiga! ¡Te veo mal! Cuídate ¿sí? Cualquier cosa me llamas. Estaré pendiente.

Esa noche, Odette no pudo dormir. Le había prometido a Iván que se verían. Pensaba en que como la acarició en la playa. Nunca antes  le había entregado su cuerpo a un hombre. Pensaba en sus manos recorriéndola. Deseaba volver a probar esa inquietud que se apoderaba de su cuerpo. Cómo haría no lo sabía, pero tenía que volver a verlo. Iván, Iván...
Como a eso de las once de la mañana, Fanny la criada, tocó a su puerta:
 - Niña, la llaman por teléfono – Odette corrió por las escaleras hasta la sala antes de que alguien atendiera.
-Hola. ¿Quién habla?
-Soy yo. ¿Ya sabes a que hora puedes salir?
-No lo sé todavía. Mi padre no quiere que salga
-Me lo prometiste. Estuve esperando todos estos días. Ya tienes veinte años. ¿Vas a dejar que te controlen así?
-Lo sé, tienes razón. Pero mientras viva con mis padres, debo obedecer su voluntad.
-Sólo será una hora. Después puedes regresar.
-Está bien. Veré que embuste les invento. ¿En dónde te encuentro?.
-Te espero en la puerta del cine, hay una cafetería en la esquina.
-Sí, ya sé, ¿como a las cinco está bien?
-Te espero linda, te extraño...

Odette respiró profundamente, tal vez estaba mal lo que estaba haciendo, pero era su última oportunidad de verlo. Después de todo, a esa hora no había ningún riesgo. Sólo esperaba que no la viera nadie conocido y que luego su padre se enterara. De pensar que lo vería otra vez la hacía sentir feliz, feliz, no era lindo, pero para ella sí, estaba segura que a su familia no le caería bien; solo quería recordar como la besaba, como la acariciaba....
Más tarde se vistió tratando de disimular sus nervios, le dijo a su mamá que que iría al cine con Patricia, que volvería más tarde. A veces no soportaba ese control,  quería sentirse libre de poder ir adonde quisiera, se sentía presa en su propia casa. La madre le dio su consentimiento haciéndole prometer que volvería temprano para no tener problemas con su marido. Odette se fue dándole un beso, ya sin pensar, al encuentro de su amado.
La estaba esperando de pie en la puerta del cine, en cuanto la vio la apretó contra sí, la besó profundamente y entraron en la cafetería.
-Ya no puedo estar sin ti, ya no quiero estar sin ti.
-Pero es difícil, mi padre me vigila todo el tiempo, no quiere que salga con nadie.
-Escapémonos. Vayámonos juntos, vente conmigo. Es nuestra única opción. Después volveremos, cuando todo haya pasado.
-Noooo, ¿qué locuras dices? No puedo hacer eso. Me matarían.
-Tú no me quieres, eres sólo una niña de papá –dijo Iván molesto.
-Pero ¿adónde iríamos?, no tenemos dinero...
-Por eso no te preocupes. Lo tengo todo pensado, mi familia nos ayudará. Te lo ruego, yo te cuidaré, estarás bien te lo aseguro. Seremos muy felices mi amor.
-Dios mío! ¿Cuándo, cómo lo haremos?
-Ten tus cosas listas esta noche, cuando todos duerman, trata de salir en silencio, te esperaré afuera. – Después de todo se dijo Iván no resultó todo tan difícil como lo imaginó. Toda una vida los esperaba para estar juntos.

Se despidieron, Odette temblaba de miedo, de angustia, ¿no estaría cometiendo un error? Pensó en contárselo a Patricia, pero decidió que no, ella podría traicionarla, informándoselo a sus padres. Se encaminó hacia su casa. ¿Estaría perdiendo la razón por ese hombre? Solo sabía que no quería perderlo, que ya era hora de tomar decisiones en su vida, o sería sino siempre una prisionera de sus padres. No quiso pensar en el dolor que les causaría.... Cuando llegó a su casa dijo que le dolía la cabeza que se iría a su habitación. Echó llave a la puerta y comenzó a poner lo más necesario en su bolso, pero no pudo evitar llevarse entre sus cosas unas muñecas pequeñas de porcelana que guardaba desde su niñez, y una cajita de música. Miró sus cosas, su cama, su cómoda, ese lugar que era su único mundo,  todo lo dejaría para irse no sabía adónde; no tenía cabeza para pensar, se acostó ya vestida esperando la hora crucial, pasaron varias horas... eran ya las una de la mañana... miró por la ventana, vio la figura de Iván que esperaba... agarró su  bolso, se quitó los zapatos y fue hacia la entrada, la oscuridad envolvía la enorme mansión. No quiso mirar atrás, abrió la puerta silenciosamente y salió.

(Esta sería la última vez que se sabría de Odette en muchos, muchos años... Un tiempo en que la familia creyó que estaba muerta, aunque para su padre su hija murió desde el mismo instante en que su abandonó la casa)

El secuestro

La pareja fue a vivir a una casa de la familia de Iván, en un pueblo no muy grande, colonial, cerca del mar;  era una casona vieja, con pocos lujos, una vida totalmente distinta a la que estaba acostumbrada la muchacha. Al principio las cosas marcharon bien, aunque la vida en ese tiempo marchaba de acuerdo también a los acontecimientos de la época. Seguía la dictadura de Sanchez Losada, había mucha actividad clandestina, radio y prensa denunciando los abusos del poder militar; volantes que repartían los grupos de resistencia. No pocas veces se podía ver a las Fuerzas Nacionales llevándose a algunos rebeldes; era un país con mucha estabilidad económica, pero desangrado internamente por las persecuciones políticas, la censura. En el pequeño pueblo más que nada eran los comentarios que llegaban a oídos de la gente, en la capital es donde se sentía más inseguridad.
Odette e Iván se sentían felices al principio, aunque la chica no podía dejar de pensar en su familia, a la que nunca se atrevió a llamar, sus remordimientos no se lo permitían. Se aferró a su marido, ella lo pensaba como su marido, pero ciertamente, no se casó con ella, no le pidió matrimonio, algo que la muchacha no entendía pero tampoco se animaba a proponérselo. La familia de él era su suegra, la abuela y dos tías solteronas. Vivían en dos casas unidas que se comunicaban internamente. La chica no cocinaba, en su casa era el servicio quien se encargaba de cocinar, siempre había vivido como una niñita mimada. Algo que decepcionó un poco a Iván, pero tampoco le importaba mucho, para él era su muñequita de porcelana, delicada, dulce, que se había entregado sólo a él, no la dejaba nunca sola, y cuando iba al trabajo quedaba al cuidado de su familia. Eso para Iván valía más que nada. Era suya como se lo había propuesto, y de nadie más sería. De solo imaginarse que ella pudiera estar con otro lo ponía enfermo. Esos celos eran más fuertes que él, dominaban su voluntad. Cuando salía para su trabajo – era ingeniero mecánico – no veía la hora de regresar. Se la imaginaba coqueteando con alguno, la veía besándose con otro - esos celos fueron convirtiéndose en algo obsesivo y enfermizo en el hombre. Una vez regresando la encontró apoyada en la reja de la ventana. Cuando entró cerró la puerta del cuarto y le dijo apretándole fuertemente un brazo:
 No te quiero volver a ver asomada a la ventana ¿oíste? ¡Que no te vuelva a ver.! 
Pero sólo estaba mirando mi amor, ¿qué tiene de malo? –respondió asustada su mujer. 
Que no te vuelva a ver!!!! Y así terminó la discusión. Después prosiguió la vida normalmente, Odette nunca más volvió a asomarse a la ventana.
Salían, pero juntos, siempre juntos, Iván no la dejaba salir sola, o salía con algunas de las tías a hacer alguna visita, o a la plaza, pero nunca sola. La chica se preguntaba si no era otra clase de prisión en la que había entrado. Ya había pasado  un año, ¿cómo estarían en su casa? En esa casa vieja no había teléfono, ella deseaba romper ese silencio, pero no lograba como hacerlo.
Un día salieron con Iván, eso la animaba bastante, a veces no soportaba estar ahí con esa familia, que no era su familia, que no se comunicaban demasiado, quería salir a bailar, a divertirse, a ver gente joven, estaba cansada de caras viejas, arrugadas,  estaba cansada de esa vida. Pero ese era como un pueblo muerto, alguna ida al cine, a tomar algo. Ese día  iban caminando tomados de la mano,  por una calle ancha arbolada, era una tarde hermosa, en la acera de enfrente habían dos hombres, medio borrachos, cuando los vieron acercarse, vieron a Odette. Uno de ellos dijo con entusiasmo: 
-¡Si es más bella que la Virgen!
El rostro de Iván se endureció, apretó el brazo de Odette y le dijo furioso: 
¡Volvamos! 
-Pero ¿por qué? ¿Qué pasa? ¡No entiendo!
-¡¡¡Que volvemos!!! ¡¡¡No quiero que nadie más te mire!!! ¡¡¡Tú eres mía!!!
A la mujer se le llenaron los ojos de lágrimas. Era inútil resistirse, tenía miedo a esa ira incontenible de Iván. El hombre paró un taxi y regresaron a la casa. Después que entraron se cerró la puerta, una puerta por la que Odette no volvería a salir en veinte años o más.
Para la bella joven comenzaron a transcurrir los días lentamente, su mente fue quedando estancada en alguna parte de su cerebro, pensaba en sus padres, en sus hermanos, en Patricia, hablaba silenciosamente con ellos, era su único motivo para vivir, dormía por largas horas, su vida era como la de un vegetal, leer, escuchar radio, conversar un poco con las tías, hacer los quehaceres de la casa; alguna que otra ocasión le pedía a Iván que salieran a alguna parte, pero él inventaba mil excusas por las que era mejor que se quedara en la casa. Que afuera corría peligro, que estaba débil y mejor descansara. La mente de la chica pasó a ser totalmente dominada.  Odette pasó entró a las puertas del olvido, enterrada en vida en una vieja casa que mantenía sus puertas cerradas.

El hallazgo

Llegaron los años 80 con todos los cambios que podían haber, modernismo, democracia, libertad de expresión, nuevas modas, hasta el lenguaje del pueblo se iba modificando; la ciudad junto al mar creció mucho, se construyeron edificios altos, centros comerciales modernos, iglesias, cines, automercados; en treinta años pasa toda una vida; algunas casas coloniales permanecían intactas, como detenidas en el tiempo, esperando ser destruidas por la mano del hombre en aras del progreso.
En el barrio Las Camelias, con muchas casas coloniales, algunas semiderruídas por el tiempo, se encontraban dos obreros de la construcción haciendo reparaciones en una de las viejas casas, Olmedo y Ribera, albañiles, hacían bromas mientras martillaban las paredes. Hombres rústicos, rudos, de origen muy humilde pero soportando las inclemencias del clima, bajo un sol agobiante que resecaba sus gargantas de sed.
-Chico no nos vendría mal una cerveza bien helada p’aguantá esta calor. -dijo Olmedo
-Bueno, la irás a comprar tú compae porque si camino a comprarla me derrito, jajajaja –se puso a reír Ribera
-Zoquete, flojo es lo que tú eres, quédate seco pues, pero p’hacé argo por la patria porque no subes al techo pa´terminá lo que dejaste ayé. No dejes p’mañana lo que puedas jacer hoy.
-Si te pones pesao, ya voy a subir, vete a comprá tu birra 1 antes de que se te seque la lengua.

En cuanto Ribera se fue, Olmedo subió al techo por la escalera grande; en el techo había muchos cables sueltos, vidrios, el albañil se puso a buscar lo que debía reparar, una filtración por donde se llenaba de humedad las paredes de la casa. Mientras acomodaba sus herramientas miró hacia las demás viviendas pegadas a la casa donde él trabajaba. Divisió un patio con muchas plantas, parecía un lugar abandonado, no se veía ninguna persona, -¡qué lugar más feo!, da como miedo! se decía a sí mismo – de repente de una las habitaciones salió hacia el patio algo que lo dejó sin habla, sin respiración; como un espectro que resurgía de las sombras caminando lentamente con algo que parecía un muñeco entre los brazos. Pero lo que más le impresionó fue el aspecto de esa figura fantasmal, completamente desnuda, unos cabellos larguísimos que pasaban de la cintura y las manos con unas uñas horripilantemente largas ¡que el diablo me lleve! Dijo persignándose más de una vez. Retrocedió hasta las escaleras y bajó precipitadamente. Al momento vio que venía llegando Ribera, ¡¡¡¡Riberita!!!! -como le decía él, - ¡¡¡apúrate, apúrate!!!! comenzó a gritarle desesperado.
-¿Qué pasa chico? ¿Te me volviste loco o qué?
-¡No me vas a creer lo que ví! ¡¡¡No me vas a creer!!! ¡¡¡Vi un fantasma!!!
-No te tomaste la cerveza y ya estás rascao (2)
-Vamos a subí, está del otro lao, lo vi en el patio, bueno, la vi, porque me pareció como que era una doña el fantasma ese, tiene los pelos más largos que una sábana, y unas uñas como garras. ¡¡¡Ay, que horrible, mírame, me dejó temblando.!!! ¡¡¡Cosa tan fea!!!
-Me salió cobardón er compae , jajajajaa – A ver subamos, que fantasma ni que niño muelto carajo!.

Subieron los dos amigos, y se agacharon para poder mirar hacia el patio, esperaron un rato y no se veía nada – No te digo yo, embusteroso, ¿dónde está tu fantasma zoquetón? Tan grandulote y creyendo esos cuentos jajajajaja- se burló Ribera.
-Que te lo digo yo, cumpita, yo ví lo que ví- No soy ningún embusteroso, por mi madrecita santa que está en er cielo, te lo juro, te lo juro, yo lo viiiiiii. Cuando le insistía, de la nada volvió a surgir “el fantasma”, caminando por entre las plantas.
-¡¡¡¡Allíiiii!!! ¡¡¡Allíiii! Mírala, mira a la doña, bien fulera eza vieja.
-¡¡¡Jesús!!! ¿De dónde salió eso? Pero si eso es un fantasma, yo soy DráculaEs horrorosa, pero chico, yo vivo por aquí desde hace años y mi mujer nunca me habló de una vieja así. ¿Vivirá sola?
-No lo sé, cumpa, pero yo me voy de aquí, no sea cosa que nos vea y nos haga una maldá.
Se fueron los dos como alma que lleva el diablo. Corrieron a contarle a todo el vecindario. El rumor comenzó a correr y en dos días todo el mundo quería ver a  la “loca” de la casa de la calle de las Camelias. Todo derivó en una conmoción; el pueblo se concentró en la plaza frente a la siniestra casa, e intentaban subir por el techo para mirarla.  Tanto alboroto llegó a oídos de la jefatura policial, quienes se apersonaron inmediatamente en el lugar.

Tuvieron que allanar la vivienda ya que nadie respondía y la “loca” como le llamaban no respondía, ni abría, solo caminaba como sonámbula de las habitaciones al patio. Cuando entraron la cubrieron enseguida con una cobija para tapar su desnudez. Olía endemoniadamente mal, igual que el lugar, un olor rancio, y el aspecto de sus uñas era lo más impresionante.
El comisario Reyes llamó a su subalterno:
 – Oficial, tenemos que saber quién esta mujer, aparentemente está sola, no quiere hablar, no sabe ni cómo se llama, solamente acuna a ese muñeco como si fuera su hijo. Indudablemente la pobre está ida. Averigue quién es el dueño de este lugar. Hágase cargo. El comisario Reyes un hombre medianamente alto, muy fornido, de cuarenta años,  dominó la situación, calmando y alejando a los vecinos que no dejaban de husmear.
-Sí, jefe, enseguida averiguo. ¿Qué cosas, no? Primera vez en mi vida que sé de algo así, ¿cuánto tiempo llevaría esa señora viviendo aquí? Ya vuelvo.

Pasada una hora y media volvió el oficial para informarle a Reyes, - Por lo que averigué, los dueños de esta morada es la familia Leroy, el único que podría declarar sería el señor Iván Leroy, pero se ignora su paradero, dicen que viene por aquí alguna que otra vez.
-¿Y de esta pobre mujer?
-Bueno, dicen que el se casó con una tal Odette Brindisi, que la conocieron hace una pila de años, pero que después no la vieron nunca más. Que preguntaron por ella pero nunca lograron averiguar.
-¿Será ella? Vamos a ver si habla algo- Se acercaron a la mujer lentamente para no asustarla:
– Señora, ¿usted se llama Odette? Pero en vez de responder mecía a su  muñeco y cantaba bajito algo que entendieron. No les quedó más remedio que seguir registrando el lugar. Todo se veía siniestro, tenebroso, las paredes con muchas telarañas, los muebles cubiertos de polvo, una lugar terrorífico; al entrar a una de las habitaciones les llamó la atención, desde una cómoda los miraban como desde siglos atrás unas muñecas de porcelana, con sus ojos bien abiertos, ya desgastadas por el tiempo; Odette los seguía para donde iban, demostrando cierto optimismo de que la visitaran.
En varios cajones de la cómoda encontraron muchos papeles, registraron hasta el fondo hasta encontrar un documento de identidad bastante viejo, donde se apreciaba la foto de una chica sumamente bella, la foto se ve podía ver bastante bien - ¡caramba! ¡¡¡Qué bella muchacha!! Mire oficial, bien bonita la dama. Odette muy molesta, le arrancó inmediatamente el documento. -¡¡¡Es mío!!! ¡¡¡Es mío!!!  El comisario Reyes cayó en cuenta. Ese fantasma resurgido de los escombros era ¡¡¡¡Odette Brindisi!!!!  ¡¡¡Era increíble!!! ¡¡¡Qué pasó ahí!!! ¿Quién dejó a esa mujer en semejante estado de abandono, de suciedad? Era algo incomprensible. Que alguien viniera y se lo explicara.

Esa tarde sonó el teléfono en el apartamento de Patricia Ferrol, ya contaba entre cincuenta años y sesenta años, vivía sola, su esposo Pepe, había muerto hacía un año; Patricia era la antigua amiga de Odette.  Le pareció raro que sonara el teléfono a esa hora, no esperaba ninguna llamada. 
–¿Aló? ¿Quién es?
-¿Señora Patricia Ferrol?
-Ajá, soy yo, ¿quién es usted?
-Soy el comisario Reyes de la ciudad Costa Mar. Señora Patricia, ¿conoce usted a una mujer llamada Odette Brindisi?

El pulso de Patricia se detuvo, era como si el pasado hubiera salido de la tumba de su memoria, que ya creía sepultado. Odette su querida amiga, creyó estar soñando.
-Sí, yo era amiga de Odette. ¿Por qué quiere saberlo?
-Hace unos diez días encontramos en una casa abandonada a una mujer que por los documentos estamos seguros de que es ella. Necesitamos que usted venga inmediatamente a reconocerla; alguien debe hacerse cargo de la señora, la encontramos en condiciones infrahumanas.

Patricia rompió a llorar. - ¿Qué te hicieron Odette? Si tus padres hubieran estado vivos.... Hizo su maleta lo más rápido que pudo, las llaves de su camioneta y se dirigió al aeropuerto para tomar el próximo vuelo hacia ese pueblo.  –Tanto que te buscamos amiga, no lo puedo creer, estás viva!!! ¡¡¡Viva!!!   Los interminables años de encierro terminaron para esa preciosa joven, hacia ella iba su amiga del alma para rescatarla del tiempo, del silencio, de una muerte en vida.

EPÍLOGO

Llevo poco más de siete años en esta ciudad, hasta hace poco me enteré de esa historia por medio de mi vecindad, la casa de esa mujer que llamé aquí Odette, para proteger la identidad verdadera, está relativamente cerca. Las señoras mayores conocen esta historia, aunque habiendo transcurrido tantos años, el recuerdo de esos acontecimientos se ha borrado bastante de sus memorias. Para saber un poco más del final de esta historia, le pregunté a una de ellas que conocía algunos datos más precisos.

-¿Qué pasó con ella? ¿Saben por qué sucedió todo eso? ¿Se supo algo del marido después? –le pregunté
-"Lo único que puedo decirle es que ella era una chica muy linda, asombrosamente bonita, todo el mundo se daba vuelta para mirarla. No era de este lugar, se conocieron en el pueblo de ella y se vinieron a vivir aquí, donde estaba la familia del hombre. Nunca se casaron. Porqué, no se sabe. En aquellos tiempos, en los años cincuenta, que una señorita como ella se pusiera a vivir en concubinato con su novio se veía bastante feo, las cosas no eran como hoy, usted sabe, y menos por aquí, pueblo chico, infierno grande. Quizá por eso la familia se mantuvo alejada. Lo único que sabemos, es que el tipo era bastante celoso. No era nada agraciado, mejor le diría, que era más feo que un susto. ¿Por algo dicen que el amor es ciego ¿no? Al principio salían, muchos la vieron de visita en algunas casas de la vecindad; un dato curioso que me contaron es que una vez fueron a pasear y un tipo la miró a la muchachita y le soltó un “eres más bella que la Virgen” o algo así, al parecer, ese piropo al tipo no le gustó nada. Total, que un buen día, más nunca la vimos, como si se la hubiera tragado la tierra. Decían que el la secuestró en su propia casa para que nadie la viera, que con el cuento de la inseguridad de la dictadura de ese entonces, le decía que era mejor que no fuera a ningún lado. Y la familia de él que vivía al lado  se comunicaban internamente y  les pasaban comida.  
Otra cosa más que se nos hizo muy sospechoso, una de las tías iba a comprar a la farmacia muy a menudo, se llevaba muchas cajas de "Ven..." (sedante para dormir); nunca nos explicamos quien dormiría tanto en esa casa.
Hasta que después de más de veinte años unos hombres que hacían reparaciones la vieron en un patio espantoso, caminando por aquí y por allá. Se armó un revuelo de Padre y Señor nuestro, en la casa que estaba recontrasucia encontraron muñecas de porcelana y otras antigüedades, algo bien raro, y en el fondo del patio dicen que habían cavado una fosa, que estaba vacía, pero de eso no estoy muy segura. Fue de lo más siniestro el asunto. Se dijeron tantas cosas, tantas... Hasta que avisaron a sus familiares más lejanos y a sus amistades, que después de casi treinta años la creían muerta, la rescataron con su memoria perdida, estaba como loquita, pobrecita; aunque a este pueblo nunca vino nadie a preguntar por ella. Siempre la recordaremos como la “secuestrada” porque no se sabe con exactitud, cuántos años pasó esa pobre mujer encerrada allí, lo que no cabe duda es que su marido es quien tuvo que ver con eso. De él, nunca se supo nada. Otro misterio. Se la llevaron para su pueblo nuevamente, creo que a un Instituto psiquiátrico para que le dieran el tratamiento debido. No sabemos si recuperó la razón.”

Así fue como sucedió esta historia, que hoy la gente lo narra como una leyenda,  pero verdaderamente ocurrió y fue un caso que conmovió a este pueblo durante los años 50. Hasta una famosa pintora del país, realizó unas bellas pinturas relativas al tema de “la secuestrada”.  Sin embargo, a mí me quedó una pregunta en el aire: ¿pudieron los celos de un hombre provocar para que una persona termine en semejante estado de abandono, de esquizofrenia? ¿pudieron los celos enfermizos de alguien enterrar en vida a un ser inocente y bueno? La verdad se la llevó Odette para siempre....

1.Birra : cerveza
2.Rascao: borracho

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