(Un relato basado en hechos verídicos, algunas situaciones y los
nombres son ficticios)
El encuentro
-¿Conoces a esa muchacha que está por allá?
-¿Cuál será?, específicame bien, porque entre
este gentío no sabría decirte
-Aquella de vestido floreado, que está
conversando con otras dos amigas.
-Ah, sí, ya la veo, bella verdad? La verdad, no tengo idea, pero si quieres te averiguo.
-Gracias Paco, te espero por aquí.
Quiénes así hablaban, eran Ivan Leroy y Paco
Mont, dos amigos que estaban pasando unas vacaciones en el Hotel L’aroque, un
sitio ideal para ir a deleitarse con las más bellas playas, rodeado de
palmeras, de arena blanca, de música tropical. El sitio estaba repleto de
turistas, que iban al casino, a la pista de baile, a caminar por la rampa; no
había momento para el aburrimiento, ni siquiera pera el descanso. Todo el
ambiente rebosaba de música, de color, de risas, de juegos, de platos
exquisitos. En las noches la luna llena daba una imagen espectacular al mar,
ocasión que aprovechaban las parejas de turistas para pasear por los
alrededores, o caminar por la arena.
Corrían los años 50, época en que el
país vivía una excelente situación económica, quizá la mejor que se hubiera
vivido; eran los tiempos de la dictadura de Santos Quesada* un militar que
llegó al poder aplastando a los partidos políticos, sembrando el terror y la
persecución a los adversarios. Pero esa situación solo la vivían los que
estaban en la resistencia, que eran acosados por la Fuerzas Nacionales especie
de Gestapo que controlaban todos los movimientos de las personas y de empresas.
A los sospechosos los metían en los calabozos, donde eran torturados, muchas
veces asesinados. Quien entraba a las cárceles de las Fuerzas Nacionales
difícilmente tenían escapatoria. Reinaba el terror, mas no en el pueblo
común y corriente, que vivía en la mejor situación, había trabajo, buenos
salarios, buena educación, no había delincuencia en las calles, principalmente
se vivía con mucha tranquilidad, tanto es así que en las noches, cuando el
calor arrasaba, la gente sencilla dormía con las puertas abiertas, sacaban los
colchones a las terrazas o a los patios para dormir a sus anchas. El pueblo era
feliz, no se enteraba de lo que ocurría, o tal vez no quería saberlo. Se
callaba y se vivía sometido como en todas las dictaduras.
Paco se fue acercando a las muchachas
que se reían divertidamente, y con su seductora sonrisa se presentó, les dio su
nombre y así iniciaron una conversación. La chica en cuestión, por la que tenía
la misión de averiguar su nombre se llamaba Odette Brindisi; era una mujer muy
bonita, realmente preciosa, de pelo negro azabache lacio, que llevaba con una
melena y un rostro que guardaba unos grandes ojos negros, con un cuerpo de
veinte años, una cinturita avispa, en fin, una chica deliciosa de los cincuenta
que impactó a Iván quien seguía en la otra esquina esperando impacientemente.
Se la comía con los ojos, la devoraba, ya se la imaginaba en su cama haciéndola
suya. Porque no iba a dejar que fuera de otro. Se veía a leguas que era una
niña inocente, que aún no había probado las mieles del amor. Le gustaba
demasiado, no sabía qué le había dado por esa fulana desconocida, pero de
repente se encontró diciéndose a sí mismo “vas a ser mía, totalmente mía.,
únicamente mía...” Mientras estaba absorto en sus pensamientos, levantó la
mirada y vio que Paco venía hacia él con tres chicas, entre ellas, su
desconocida... perlitas de sudor frío nacían en su frente, su cuerpo tembló de
excitación, sintió que su miembro se endurecía...
-Hey, amigo mira que bellezas me
encontré! - mas Iván solo podía tener ojos para quien lo volvía loco
desde que la descubrió. El no era lo que se dice un hombre atractivo, más bien
sus rasgos eran algo ordinarios, un feo con mucha masculinidad, vestido a la
moda, llevaba puesto un traje azul marino, y de sus ojos parecían salir
llamaradas. La chica en cuestión, se sintió inquieta al toparse con esos oscuros
ojos que la atravesaban, pero tampoco podía dejar de mirar a ese hombre, tenía
algo no sabía qué, que la intimidaba.
- Me permito presentarles a mi buen
amigo Iván Leroy, estas bellezas son Patricia y Odette. Bueno chicas, que les
parece si brindamos con un poco de champagne, o de vino? La noche recién
empieza...
-Bueno –dijo Patricia, y
así nos cuentan que hacen por aquí, de donde son, Odette y yo estamos pasando
una semana, antes de reintegrarnos a nuestros estudios. Yo estudio
arquitectura, y Oddi de maestra.
-Qué bien –aprobó Iván-, dos
mujeres independientes, inteligentes, el país necesita mujeres como ustedes.
Antes, la mujer tenía que quedarse en la casa, cocinando, atendiendo a su
marido, a sus hijos. Ahora se están liberando más.
Paco intervino para interrumpir –
Me parece muy bien esta conversación de la mujer independiente, pero por qué no
vamos al salón, brindamos, bailamos, y seguimos con la charla? - Sin
esperar respuesta los fue empujando hacia el gran salón donde una famosa
orquesta tocaba el ritmo de moda, música alegre, tropical, mambos, cumbias, cha
cha cha. Paco sacó a bailar a Patricia, por lo que Iván y Odette quedaron
solos.
- Que te parece esta música? No
quieres bailar?- Le preguntó él.
- La verdad es que no soy buena bailarina.
Pero me gusta mucho la música.
En ese momento la orquesta comenzó a
interpretar un bolero conocido, oportunidad que Iván aprovechó para
insistir.
– Vamos no te vas a quedar ahí toda la noche. Es sencillo, yo te llevo y tú me sigues. -
– Vamos no te vas a quedar ahí toda la noche. Es sencillo, yo te llevo y tú me sigues. -
Seguidamente fueron a la pista, mezclándose
entre la multitud de parejas que bailaban. Iván la tomó por la cintura
suavemente, y agarró su mano. El perfume de su pelo casi lo hizo enloquecer. Si
ella supiera cuánto la deseaba... Mientras bailaban, sus manos recorrían su
cintura, su espalda. Odette no sabía qué hacer, si continuar bailando o
dejarlo, aunque también le gustaba estar así con él. De repente sin que ella
pudiera evitarlo, Iván posó sus labios suavemente sobre sus mejillas y
luego llegaron a su boca, y le e introdujo su lengua, provocándole un mar
de sensaciones. Fue algo delicioso. Estaba por desprender un botón de su blusa,
pero la chica retrocedió, y se volvió a la mesa.
-Perdóname... fue un impulso. Tú sabes,
la música, y sentirte tan cerca, no sé que me pasó.
-Está bien. No te preocupes. Queda
olvidado.
-¿Podríamos seguir viéndonos después de
que se vayan? ¿Tienes novio?
-No sé, tendré que pensarlo. Aún no te
conozco bien. Y no tengo novio, sólo algún pretendiente.
-Me gustaría llamarte, realmente me agradas
mucho. Y si me permites quisiera invitarte a salir alguna vez. Hablar de
nosotros.
-Bueno, te daré mi teléfono. No creo que haya
ningún problema. Pero ya sabes, solamente amigos.
-Por supuesto, amigos,
únicamente amigos....
Iván se sintió conforme. Fue un estúpido de
besarla así. Casi mete la pata. Ya tendría tiempo de conocerla, de seducirla,
de llevársela con él... De lo único que estaba seguro es que ella sería para él
tarde o temprano. Cómo y cuándo no sabía. Sólo era cuestión de tiempo. De muy
poco tiempo.
-Epa! Ya dejaron de bailar? -
Paco y Patricia venían agarrados de la mano. Entre ellos existió una química
desde el principio. Se sentían felices, Patricia no parecía acordarse de su
amiga en ese momento.
-Sí, vinimos a tomar algo, brindamos
entonces? - Iván Leroy les alcanzó una copa a cada uno y luego los
cuatro alzaron para brindar por esa noche.
-¡Salud! ¡Por nuestra amistad! ¡Por nuestro
futuro! ¡Por nuestros estudios! ¡Por lo que venga! ¡Salud!
Y así transcurrió la semana, los cuatro
amigos continuaron divirtiéndose, bailando, jugando en el casino. El último fin
de semana, fueron a la playa, ocasión que tuvo Iván de ver a Odette en traje de
baño, él la invitó a bañarse; otra ocasión que tuvo para tomarla de la mano,
nadar junto a ella, y de vez en cuando levantarla entre las olas que iban y
venían, salpicándolos. Tenía un cuerpo de diosa, era muy blanca, con bastantes
pequitas en su pecho y en su espalda; su pelo negro mojado, y las gotas de salada
en su piel tostada, todo en ella lo ponían enfermo, la hubiera violado allí
sobre la arena, la hubiera hecho totalmente suya. Esto tenía que
terminar. Tenía que hacer algo.
Se tendieron sobre la arena para tomar el
sol; sus ojos subían y bajaban sobre el cuerpo de Odette; sus hombros redondos,
sus senos grandes y hermosos como dos fuentes para beber, su vientre aún con
perlas de agua del mar secándose y más abajo dentro de su blummer, lo más
sagrado, lo que sería sólo para él...
-¿En qué piensas Iván? Te quedaste callado
de repente.
-En ti. Que este es el último día y quizá no
volveremos a vernos. Has sido muy especial para mí.
-Pero ya te di mi teléfono. Más adelante
podremos hablar y vernos.
-No será lo mismo. Estos días fuiste sólo
para mí. Después quien sabe, tus estudios, tu familia, no será igual.
-Dejémoslo al destino. Tú también me gustas.
Pero quiero tomar las cosas con calma.
-Odette, ¿puedo pedirte algo?
-Sí, ¿qué será?
-¿Me dejas darte un beso?
-¡Ay Iván! ¿Qué puedo decirte? Bueno, como es
la despedida...
El no terminó de escuchar su respuesta, la
besó mordiendo despacito sus labios, y la acarició, la apretó contra sí... Se
había enamorado perdidamente. Sus manos se detuvieron jugando con sus senos. Odette ya no se resistía, sus caricias le encantaban, quería más, más... Bajó
aún más sus manos, y pendiente de que nadie los viera los introdujo dentro de
su blummer. El cuerpo de su chica se contraía, se retorcía, su piel temblaba,
le provocó un orgasmo pequeño que los dejó sedientos de más. Se detuvo, no
quería que pensara que quería aprovecharse de ella. Se volvieron a meter en el
agua para aliviar ese deseo que los quemaba y los unía.
La huida
Pasó un mes luego de ese encuentro, la chica
no podía dejar de pensar en su enamorado. No conseguía concentrarse en sus
estudios, y tampoco se animaba a contárselo a sus padres. Su padre era un
coronel del ejército, un hombre muy rígido que no le daba muchas libertades a
su hija. Ese viaje de vacaciones se lo permitió porque había sacado muy buenas
notas, y confiaba en su amiga, que era una chica bastante seria, medio alocada,
pero de buena conducta. No, a sus padres no les confiaría lo que vivió junto a
su chico. Pero se lo dijo a Patricia.
-Mira qué quieres que te diga, buenmozo
no es, sinceramente no sé que le viste, no sabemos de dónde es, ni que
hace realmente, ni quien será su familia. Te diría que andes con pie de plomo,
porque si se entera tu padre, te mata, y me mata a mí también por haberte descuidado.
Es capaz de meterlo preso, tú sabes bien... no es necesario que te lo diga, la
situación que vivimos. Me imagino que la cosa no habrá llegado a tanto ¿no?
-No, tranquila, él me respeta
mucho. Fue tan tierno conmigo, yo le di mi teléfono, me llamó para vernos, así
quizá tengamos alguna oportunidad.
-Pues conmigo no cuentes, de verdad te
digo, manténme fuera de esto, te lo ruego, si quiere verte que venga aquí a tu
casa. No hagas locuras
-¿Estás loca? ¿Y cómo hago con papá? Nunca
me lo va a permitir, nunca.
-Y entonces, ¿qué vas a hacer? ¡Ay no sé Oddi! me da un poco de miedo todo esto. No sé, ese tipo lo veo como medio
obsesionado contigo. No lo veo correcto que te veas a escondidas con él. Quién
sabe cuáles son sus intenciones. A veces te miraba de una forma... no sé...
parecía que te estuviera devorando... No sé, amiga, todo esto me da algo de
desconfianza. Yo diría que te des una tregua. Dile que espere un poco. ¿Lo
harás?
-Puede ser. Tal vez. No estoy segura. Tengo
ganas de verlo. ¡Ay! ¡qué hago!
-¡Ay, amiga! ¡Te veo mal! Cuídate ¿sí? Cualquier
cosa me llamas. Estaré pendiente.
Esa noche, Odette no pudo dormir. Le había
prometido a Iván que se verían. Pensaba en que como la acarició en la playa.
Nunca antes le había entregado su cuerpo a un hombre. Pensaba en sus
manos recorriéndola. Deseaba volver a probar esa inquietud que se apoderaba de
su cuerpo. Cómo haría no lo sabía, pero tenía que volver a verlo. Iván, Iván...
Como a eso de las once de la mañana, Fanny
la criada, tocó a su puerta:
- Niña, la llaman por teléfono –
Odette corrió por las escaleras hasta la sala antes de que alguien atendiera.
-Hola. ¿Quién habla?
-Soy yo. ¿Ya sabes a que hora puedes salir?
-No lo sé todavía. Mi padre no quiere que salga
-Me lo prometiste. Estuve
esperando todos estos días. Ya tienes veinte años. ¿Vas a dejar que te
controlen así?
-Lo sé, tienes razón. Pero mientras viva con
mis padres, debo obedecer su voluntad.
-Sólo será una hora. Después puedes regresar.
-Está bien. Veré que embuste les invento. ¿En
dónde te encuentro?.
-Te espero en la puerta del cine, hay una
cafetería en la esquina.
-Sí, ya sé, ¿como a las cinco está bien?
-Te espero linda, te extraño...
Odette respiró profundamente, tal vez estaba
mal lo que estaba haciendo, pero era su última oportunidad de verlo. Después de
todo, a esa hora no había ningún riesgo. Sólo esperaba que no la viera nadie
conocido y que luego su padre se enterara. De pensar que lo vería otra vez la
hacía sentir feliz, feliz, no era lindo, pero para ella sí, estaba segura que a
su familia no le caería bien; solo quería recordar como la besaba, como la
acariciaba....
Más tarde se vistió tratando de disimular
sus nervios, le dijo a su mamá que que iría al cine con Patricia, que volvería
más tarde. A veces no soportaba ese control, quería sentirse libre de
poder ir adonde quisiera, se sentía presa en su propia casa. La madre le dio su
consentimiento haciéndole prometer que volvería temprano para no tener
problemas con su marido. Odette se fue dándole un beso, ya sin pensar, al
encuentro de su amado.
La estaba esperando de pie en la puerta del
cine, en cuanto la vio la apretó contra sí, la besó profundamente y entraron en
la cafetería.
-Ya no puedo estar sin ti, ya no quiero
estar sin ti.
-Pero es difícil, mi padre me vigila todo el
tiempo, no quiere que salga con nadie.
-Escapémonos. Vayámonos juntos, vente
conmigo. Es nuestra única opción. Después volveremos, cuando todo haya pasado.
-Noooo, ¿qué locuras dices? No puedo hacer
eso. Me matarían.
-Tú no me quieres, eres sólo una niña de
papá –dijo Iván molesto.
-Pero ¿adónde iríamos?, no tenemos dinero...
-Por eso no te preocupes. Lo tengo todo
pensado, mi familia nos ayudará. Te lo ruego, yo te cuidaré, estarás bien te lo
aseguro. Seremos muy felices mi amor.
-Dios mío! ¿Cuándo, cómo lo haremos?
-Ten tus cosas listas esta noche, cuando
todos duerman, trata de salir en silencio, te esperaré afuera. – Después
de todo se dijo Iván no resultó todo tan difícil como lo imaginó. Toda una vida
los esperaba para estar juntos.
Se despidieron, Odette temblaba de miedo, de
angustia, ¿no estaría cometiendo un error? Pensó en contárselo a Patricia, pero
decidió que no, ella podría traicionarla, informándoselo a sus padres. Se
encaminó hacia su casa. ¿Estaría perdiendo la razón por ese hombre? Solo sabía
que no quería perderlo, que ya era hora de tomar decisiones en su vida, o sería
sino siempre una prisionera de sus padres. No quiso pensar en el dolor que les
causaría.... Cuando llegó a su casa dijo que le dolía la cabeza que
se iría a su habitación. Echó llave a la puerta y comenzó a poner lo más
necesario en su bolso, pero no pudo evitar llevarse entre sus cosas unas
muñecas pequeñas de porcelana que guardaba desde su niñez, y una cajita de
música. Miró sus cosas, su cama, su cómoda, ese lugar que era su único mundo,
todo lo dejaría para irse no sabía adónde; no tenía cabeza para pensar,
se acostó ya vestida esperando la hora crucial, pasaron varias horas... eran ya
las una de la mañana... miró por la ventana, vio la figura de Iván que
esperaba... agarró su bolso, se quitó los zapatos y fue hacia la entrada,
la oscuridad envolvía la enorme mansión. No quiso mirar atrás, abrió la puerta
silenciosamente y salió.
(Esta sería la última vez que se sabría de
Odette en muchos, muchos años... Un tiempo en que la familia creyó que estaba
muerta, aunque para su padre su hija murió desde el mismo instante en que su
abandonó la casa)
El secuestro
La pareja fue a vivir a una casa de la
familia de Iván, en un pueblo no muy grande, colonial, cerca del mar; era
una casona vieja, con pocos lujos, una vida totalmente distinta a la que estaba
acostumbrada la muchacha. Al principio las cosas marcharon bien, aunque la vida
en ese tiempo marchaba de acuerdo también a los acontecimientos de la época.
Seguía la dictadura de Sanchez Losada, había mucha actividad clandestina, radio
y prensa denunciando los abusos del poder militar; volantes que repartían los
grupos de resistencia. No pocas veces se podía ver a las Fuerzas Nacionales
llevándose a algunos rebeldes; era un país con mucha estabilidad económica,
pero desangrado internamente por las persecuciones políticas, la censura. En el
pequeño pueblo más que nada eran los comentarios que llegaban a oídos de la
gente, en la capital es donde se sentía más inseguridad.
Odette e Iván se sentían felices al
principio, aunque la chica no podía dejar de pensar en su familia, a la que
nunca se atrevió a llamar, sus remordimientos no se lo permitían. Se aferró a
su marido, ella lo pensaba como su marido, pero ciertamente, no se casó con
ella, no le pidió matrimonio, algo que la muchacha no entendía pero tampoco se
animaba a proponérselo. La familia de él era su suegra, la abuela y dos tías
solteronas. Vivían en dos casas unidas que se comunicaban internamente. La
chica no cocinaba, en su casa era el servicio quien se encargaba de cocinar,
siempre había vivido como una niñita mimada. Algo que decepcionó un poco a
Iván, pero tampoco le importaba mucho, para él era su muñequita de porcelana,
delicada, dulce, que se había entregado sólo a él, no la dejaba nunca sola, y
cuando iba al trabajo quedaba al cuidado de su familia. Eso para Iván valía más
que nada. Era suya como se lo había propuesto, y de nadie más sería. De solo
imaginarse que ella pudiera estar con otro lo ponía enfermo. Esos celos eran
más fuertes que él, dominaban su voluntad. Cuando salía para su trabajo – era
ingeniero mecánico – no veía la hora de regresar. Se la imaginaba coqueteando
con alguno, la veía besándose con otro - esos celos fueron convirtiéndose en
algo obsesivo y enfermizo en el hombre. Una vez regresando la encontró apoyada
en la reja de la ventana. Cuando entró cerró la puerta del cuarto y le dijo
apretándole fuertemente un brazo:
–No te quiero volver a ver asomada a la ventana ¿oíste? ¡Que no te vuelva a ver.!
–Pero sólo estaba mirando mi amor, ¿qué tiene de malo? –respondió asustada su mujer.
–Que no te vuelva a ver!!!! Y así terminó la discusión. Después prosiguió la vida normalmente, Odette nunca más volvió a asomarse a la ventana.
–No te quiero volver a ver asomada a la ventana ¿oíste? ¡Que no te vuelva a ver.!
–Pero sólo estaba mirando mi amor, ¿qué tiene de malo? –respondió asustada su mujer.
–Que no te vuelva a ver!!!! Y así terminó la discusión. Después prosiguió la vida normalmente, Odette nunca más volvió a asomarse a la ventana.
Salían, pero juntos, siempre juntos, Iván no
la dejaba salir sola, o salía con algunas de las tías a hacer alguna visita, o
a la plaza, pero nunca sola. La chica se preguntaba si no era otra clase de
prisión en la que había entrado. Ya había pasado un año, ¿cómo estarían
en su casa? En esa casa vieja no había teléfono, ella deseaba romper ese
silencio, pero no lograba como hacerlo.
Un día salieron con Iván, eso la animaba
bastante, a veces no soportaba estar ahí con esa familia, que no era su
familia, que no se comunicaban demasiado, quería salir a bailar, a divertirse,
a ver gente joven, estaba cansada de caras viejas, arrugadas, estaba
cansada de esa vida. Pero ese era como un pueblo muerto, alguna ida al cine, a
tomar algo. Ese día iban caminando tomados de la mano, por una
calle ancha arbolada, era una tarde hermosa, en la acera de enfrente habían dos
hombres, medio borrachos, cuando los vieron acercarse, vieron a Odette. Uno de
ellos dijo con entusiasmo:
-¡Si es más bella que la Virgen!
-¡Si es más bella que la Virgen!
El rostro de Iván se endureció, apretó el
brazo de Odette y le dijo furioso:
–¡Volvamos!
–¡Volvamos!
-Pero ¿por qué? ¿Qué pasa? ¡No entiendo!
-¡¡¡Que volvemos!!! ¡¡¡No quiero que nadie
más te mire!!! ¡¡¡Tú eres mía!!!
A la mujer se le llenaron los ojos de
lágrimas. Era inútil resistirse, tenía miedo a esa ira incontenible de Iván. El
hombre paró un taxi y regresaron a la casa. Después que entraron se cerró la
puerta, una puerta por la que Odette no volvería a salir en veinte años o más.
Para la bella joven comenzaron a transcurrir
los días lentamente, su mente fue quedando estancada en alguna parte de su
cerebro, pensaba en sus padres, en sus hermanos, en Patricia, hablaba silenciosamente
con ellos, era su único motivo para vivir, dormía por largas horas, su vida era
como la de un vegetal, leer, escuchar radio, conversar un poco con las tías,
hacer los quehaceres de la casa; alguna que otra ocasión le pedía a Iván que
salieran a alguna parte, pero él inventaba mil excusas por las que era mejor
que se quedara en la casa. Que afuera corría peligro, que estaba débil y mejor
descansara. La mente de la chica pasó a ser totalmente dominada. Odette
pasó entró a las puertas del olvido, enterrada en vida en una vieja casa que
mantenía sus puertas cerradas.
El hallazgo
Llegaron los años 80 con todos los cambios
que podían haber, modernismo, democracia, libertad de expresión, nuevas modas,
hasta el lenguaje del pueblo se iba modificando; la ciudad junto al mar creció
mucho, se construyeron edificios altos, centros comerciales modernos, iglesias,
cines, automercados; en treinta años pasa toda una vida; algunas casas
coloniales permanecían intactas, como detenidas en el tiempo, esperando ser
destruidas por la mano del hombre en aras del progreso.
En el barrio Las Camelias, con muchas casas
coloniales, algunas semiderruídas por el tiempo, se encontraban dos obreros de
la construcción haciendo reparaciones en una de las viejas casas, Olmedo y
Ribera, albañiles, hacían bromas mientras martillaban las paredes. Hombres
rústicos, rudos, de origen muy humilde pero soportando las inclemencias del
clima, bajo un sol agobiante que resecaba sus gargantas de sed.
-Chico no nos vendría mal una cerveza
bien helada p’aguantá esta calor. -dijo Olmedo
-Bueno, la irás a comprar tú compae porque
si camino a comprarla me derrito, jajajaja –se puso a reír Ribera
-Zoquete, flojo es lo que tú eres,
quédate seco pues, pero p’hacé argo por la patria porque no subes al techo
pa´terminá lo que dejaste ayé. No dejes p’mañana lo que puedas jacer hoy.
-Si te pones pesao, ya voy a subir, vete
a comprá tu birra 1 antes de que se te seque la lengua.
En cuanto Ribera se fue, Olmedo subió al
techo por la escalera grande; en el techo había muchos cables sueltos, vidrios,
el albañil se puso a buscar lo que debía reparar, una filtración por donde se
llenaba de humedad las paredes de la casa. Mientras acomodaba sus herramientas
miró hacia las demás viviendas pegadas a la casa donde él trabajaba. Divisió un
patio con muchas plantas, parecía un lugar abandonado, no se veía ninguna
persona, -¡qué lugar más feo!, da como miedo! se decía a sí
mismo – de repente de una las habitaciones salió hacia el patio algo que lo
dejó sin habla, sin respiración; como un espectro que resurgía de las sombras
caminando lentamente con algo que parecía un muñeco entre los brazos. Pero lo
que más le impresionó fue el aspecto de esa figura fantasmal, completamente
desnuda, unos cabellos larguísimos que pasaban de la cintura y las manos con
unas uñas horripilantemente largas - ¡que el diablo me lleve! Dijo
persignándose más de una vez. Retrocedió hasta las escaleras y bajó precipitadamente.
Al momento vio que venía llegando Ribera, ¡¡¡¡Riberita!!!! -como
le decía él, - ¡¡¡apúrate, apúrate!!!! comenzó a gritarle
desesperado.
-¿Qué pasa chico? ¿Te me volviste loco o qué?
-¡No me vas a creer lo que ví! ¡¡¡No me vas a
creer!!! ¡¡¡Vi un fantasma!!!
-No te tomaste la cerveza y ya estás
rascao (2)
-Vamos a subí, está del otro lao, lo vi en
el patio, bueno, la vi, porque me pareció como que era una doña el fantasma ese,
tiene los pelos más largos que una sábana, y unas uñas como garras. ¡¡¡Ay, que
horrible, mírame, me dejó temblando.!!! ¡¡¡Cosa tan fea!!!
-Me salió cobardón er compae , jajajajaa –
A ver subamos, que fantasma ni que niño muelto carajo!.
Subieron los dos amigos, y se agacharon para
poder mirar hacia el patio, esperaron un rato y no se veía nada – No te
digo yo, embusteroso, ¿dónde está tu fantasma zoquetón? Tan grandulote y
creyendo esos cuentos jajajajaja- se burló Ribera.
-Que te lo digo yo, cumpita, yo ví lo que
ví- No soy ningún embusteroso, por mi madrecita santa que está en er cielo, te
lo juro, te lo juro, yo lo viiiiiii. Cuando le insistía,
de la nada volvió a surgir “el fantasma”, caminando por entre las plantas.
-¡¡¡¡Allíiiii!!! ¡¡¡Allíiii! Mírala, mira a
la doña, bien fulera eza vieja.
-¡¡¡Jesús!!! ¿De dónde salió eso? Pero si eso
es un fantasma, yo soy Drácula. Es horrorosa, pero
chico, yo vivo por aquí desde hace años y mi mujer nunca me habló de una vieja
así. ¿Vivirá sola?
-No lo sé, cumpa, pero yo me voy de aquí,
no sea cosa que nos vea y nos haga una maldá.
Se fueron los dos como alma que lleva el
diablo. Corrieron a contarle a todo el vecindario. El rumor comenzó a correr y
en dos días todo el mundo quería ver a la “loca” de la casa de la calle
de las Camelias. Todo derivó en una conmoción; el pueblo se concentró en la
plaza frente a la siniestra casa, e intentaban subir por el techo para
mirarla. Tanto alboroto llegó a oídos de la jefatura policial, quienes se
apersonaron inmediatamente en el lugar.
Tuvieron que allanar la vivienda ya que
nadie respondía y la “loca” como le llamaban no respondía, ni
abría, solo caminaba como sonámbula de las habitaciones al patio. Cuando
entraron la cubrieron enseguida con una cobija para tapar su desnudez. Olía
endemoniadamente mal, igual que el lugar, un olor rancio, y el aspecto de sus
uñas era lo más impresionante.
El comisario Reyes llamó a su
subalterno:
– Oficial, tenemos que saber quién esta mujer, aparentemente está sola, no quiere hablar, no sabe ni cómo se llama, solamente acuna a ese muñeco como si fuera su hijo. Indudablemente la pobre está ida. Averigue quién es el dueño de este lugar. Hágase cargo. El comisario Reyes un hombre medianamente alto, muy fornido, de cuarenta años, dominó la situación, calmando y alejando a los vecinos que no dejaban de husmear.
– Oficial, tenemos que saber quién esta mujer, aparentemente está sola, no quiere hablar, no sabe ni cómo se llama, solamente acuna a ese muñeco como si fuera su hijo. Indudablemente la pobre está ida. Averigue quién es el dueño de este lugar. Hágase cargo. El comisario Reyes un hombre medianamente alto, muy fornido, de cuarenta años, dominó la situación, calmando y alejando a los vecinos que no dejaban de husmear.
-Sí, jefe, enseguida averiguo. ¿Qué cosas, no? Primera vez en mi vida que sé de algo así, ¿cuánto tiempo llevaría esa
señora viviendo aquí? Ya vuelvo.
Pasada una hora y media volvió el oficial
para informarle a Reyes, - Por lo que averigué, los dueños de esta
morada es la familia Leroy, el único que podría declarar sería el señor Iván
Leroy, pero se ignora su paradero, dicen que viene por aquí alguna que otra vez.
-¿Y de esta pobre mujer?
-Bueno, dicen que el se casó con una tal
Odette Brindisi, que la conocieron hace una pila de años, pero que después no
la vieron nunca más. Que preguntaron por ella pero nunca lograron averiguar.
-¿Será ella? Vamos a ver si habla algo- Se
acercaron a la mujer lentamente para no asustarla:
– Señora, ¿usted se llama Odette? Pero
en vez de responder mecía a su muñeco y cantaba bajito algo que
entendieron. No les quedó más remedio que seguir registrando el lugar. Todo se
veía siniestro, tenebroso, las paredes con muchas telarañas, los muebles
cubiertos de polvo, una lugar terrorífico; al entrar a una de las habitaciones
les llamó la atención, desde una cómoda los miraban como desde siglos atrás
unas muñecas de porcelana, con sus ojos bien abiertos, ya desgastadas por el
tiempo; Odette los seguía para donde iban, demostrando cierto optimismo de que
la visitaran.
En varios cajones de la cómoda encontraron
muchos papeles, registraron hasta el fondo hasta encontrar un documento de
identidad bastante viejo, donde se apreciaba la foto de una chica sumamente
bella, la foto se ve podía ver bastante bien - ¡caramba! ¡¡¡Qué bella
muchacha!! Mire oficial, bien bonita la dama. Odette muy
molesta, le arrancó inmediatamente el documento. -¡¡¡Es mío!!! ¡¡¡Es mío!!!
El comisario Reyes cayó en cuenta. Ese fantasma resurgido de los escombros
era ¡¡¡¡Odette Brindisi!!!! ¡¡¡Era increíble!!! ¡¡¡Qué pasó ahí!!!
¿Quién dejó a esa mujer en semejante estado de abandono, de suciedad? Era algo
incomprensible. Que alguien viniera y se lo explicara.
Esa tarde sonó el teléfono en el apartamento
de Patricia Ferrol, ya contaba entre cincuenta años y sesenta años, vivía sola,
su esposo Pepe, había muerto hacía un año; Patricia era la antigua amiga de
Odette. Le pareció raro que sonara el teléfono a esa hora, no esperaba
ninguna llamada.
–¿Aló? ¿Quién es?
–¿Aló? ¿Quién es?
-¿Señora Patricia Ferrol?
-Ajá, soy yo, ¿quién es usted?
-Soy el comisario Reyes de la ciudad Costa
Mar. Señora Patricia, ¿conoce usted a una mujer llamada Odette Brindisi?
El pulso de Patricia se detuvo, era como si
el pasado hubiera salido de la tumba de su memoria, que ya creía sepultado.
Odette su querida amiga, creyó estar soñando.
-Sí, yo era amiga de Odette. ¿Por qué quiere
saberlo?
-Hace unos diez días encontramos en una casa
abandonada a una mujer que por los documentos estamos seguros de que es ella.
Necesitamos que usted venga inmediatamente a reconocerla; alguien debe hacerse
cargo de la señora, la encontramos en condiciones infrahumanas.
Patricia rompió a llorar. - ¿Qué te
hicieron Odette? Si tus padres hubieran estado vivos.... Hizo su
maleta lo más rápido que pudo, las llaves de su camioneta y se dirigió al
aeropuerto para tomar el próximo vuelo hacia ese pueblo. –Tanto
que te buscamos amiga, no lo puedo creer, estás viva!!! ¡¡¡Viva!!! Los
interminables años de encierro terminaron para esa preciosa joven, hacia ella
iba su amiga del alma para rescatarla del tiempo, del silencio, de una muerte
en vida.
EPÍLOGO
Llevo poco más de siete años en esta ciudad,
hasta hace poco me enteré de esa historia por medio de mi vecindad, la casa de
esa mujer que llamé aquí Odette, para proteger la identidad verdadera, está
relativamente cerca. Las señoras mayores conocen esta historia, aunque habiendo
transcurrido tantos años, el recuerdo de esos acontecimientos se ha borrado
bastante de sus memorias. Para saber un poco más del final de esta historia, le
pregunté a una de ellas que conocía algunos datos más precisos.
-¿Qué pasó con ella? ¿Saben por qué sucedió
todo eso? ¿Se supo algo del marido después? –le
pregunté
-"Lo único que puedo decirle es que
ella era una chica muy linda, asombrosamente bonita, todo el mundo se daba
vuelta para mirarla. No era de este lugar, se conocieron en el pueblo de ella y
se vinieron a vivir aquí, donde estaba la familia del hombre. Nunca se casaron.
Porqué, no se sabe. En aquellos tiempos, en los años cincuenta, que una señorita como
ella se pusiera a vivir en concubinato con su novio se veía bastante feo, las
cosas no eran como hoy, usted sabe, y menos por aquí, pueblo chico, infierno
grande. Quizá por eso la familia se mantuvo alejada. Lo único que sabemos, es
que el tipo era bastante celoso. No era nada agraciado, mejor le diría, que era
más feo que un susto. ¿Por algo dicen que el amor es ciego ¿no? Al principio
salían, muchos la vieron de visita en algunas casas de la vecindad; un dato
curioso que me contaron es que una vez fueron a pasear y un tipo la miró a la
muchachita y le soltó un “eres más bella que la Virgen” o algo así, al parecer, ese piropo al tipo no le gustó nada. Total, que un buen día, más nunca la vimos,
como si se la hubiera tragado la tierra. Decían que el la secuestró en su
propia casa para que nadie la viera, que con el cuento de la inseguridad de la
dictadura de ese entonces, le decía que era mejor que no fuera a ningún lado. Y
la familia de él que vivía al lado se comunicaban internamente y
les pasaban comida.
Otra cosa más que se nos hizo muy
sospechoso, una de las tías iba a comprar a la farmacia muy a menudo, se
llevaba muchas cajas de "Ven..." (sedante para dormir); nunca nos
explicamos quien dormiría tanto en esa casa.
Hasta que después de más de veinte años unos
hombres que hacían reparaciones la vieron en un patio espantoso, caminando por
aquí y por allá. Se armó un revuelo de Padre y Señor nuestro, en la casa que
estaba recontrasucia encontraron muñecas de porcelana y otras antigüedades,
algo bien raro, y en el fondo del patio dicen que habían cavado una fosa, que
estaba vacía, pero de eso no estoy muy segura. Fue de lo más siniestro el
asunto. Se dijeron tantas cosas, tantas... Hasta que avisaron a sus familiares
más lejanos y a sus amistades, que después de casi treinta años la creían
muerta, la rescataron con su memoria perdida, estaba como loquita, pobrecita;
aunque a este pueblo nunca vino nadie a preguntar por ella. Siempre la
recordaremos como la “secuestrada” porque no se sabe con exactitud, cuántos años
pasó esa pobre mujer encerrada allí, lo que no cabe duda es que su marido es
quien tuvo que ver con eso. De él, nunca se supo nada. Otro misterio. Se la
llevaron para su pueblo nuevamente, creo que a un Instituto psiquiátrico para
que le dieran el tratamiento debido. No sabemos si recuperó la razón.”
Así fue como sucedió esta historia, que hoy
la gente lo narra como una leyenda, pero verdaderamente ocurrió y fue un
caso que conmovió a este pueblo durante los años 50. Hasta una famosa
pintora del país, realizó unas bellas pinturas relativas al tema de “la
secuestrada”. Sin embargo, a mí me quedó una pregunta en el aire:
¿pudieron los celos de un hombre provocar para que una persona termine en
semejante estado de abandono, de esquizofrenia? ¿pudieron los celos enfermizos
de alguien enterrar en vida a un ser inocente y bueno? La verdad se la llevó
Odette para siempre....
1.Birra : cerveza
2.Rascao: borracho
Comentarios