Un cuento inspirado en las historias verídicas del programa de
televisión Desaparecidos de Discovery Channel. Los personajes y las situaciones
son ficticias. Cualquier parecido con la realidad es solo casualidad. Dedicado a todas
esas personas que han vivido o viven esta penosa situación de perder a sus
familiares, sin encontrar rastros de ellos.
"...Esta historia no sé como empezarla,
no soy escritora, ni siquiera tengo buena redacción. Simplemente soy una madre,
con un hijo, uno solamente tuve, y está desaparecido...
Y lo que voy a contar se basa precisamente
sobre mi hijo, para que lo que deje escrito quede como legado, como ayuda para
todos esas madres y personas que han vivido lo mismo que yo. Para que cuando ya
no viva, este relato quedará para mis familiares, para todos lo que me apoyaron
y vivieron conmigo “en carne propia” mi angustia, mi desesperación, mi
impotencia, porque eso es más o menos lo que una madre o un padre sienten en
una situación como ésta. En realidad nadie puede saber lo que yo viví, lo que
padecí, pero agradezco a todos mis seres queridos y amigos. Se los agradezco en
nombre de David y el mío.
Sí, así se llamaba, mi amado hijo, mi
muchacho, mi bebé, David, que tal vez desde alguna parte podrá saber que
siempre lo quiero y lo extraño. Para el momento que desapareció tenía trece
años, sí, trece, ya no era un niño, pero tampoco llegaba a ser adolescente.
Trece años que se esfumaron, en una calle, en algún lugar de este pueblo. Mucho
se dijo, muchas verdades y mentiras. Cosas que me hirieron profundamente, mi
único objetivo en este mundo fue tratar de encontrarlo, de saber que le pasó,
para terminar siempre en el mismo punto de salida. Mi hijo salió de casa y no
volví a verlo. Desapareció. Se lo tragó la tierra, se esfumó en el aire. Y mi
alma quedó desangrada, destrozada.
Dicen los detectives que en la desaparición
de una persona para investigar su caso, hay que caminar o andar
los últimos pasos que esa persona dio, desde la última vez que la vieron;
algo así entendí yo. Por eso contaré a mi modo, de la forma más entendible
posible lo que sucedió. En este país como en otros de América Latina, hay
infinidad de casos de gente desaparecida, sobre todo en Estados Unidos,
hombres, mujeres, jóvenes, que nunca más se les volvió a ver ni encontrar. Lo
que nunca imaginé, es que mi hijo pasaría a formar parte de esas estadísticas.
En un programa de televisión dedicado a estos “missing” o desaparecidos, la
historia de mi muchachito forma parte de esa programación, siempre servirá de
ayuda para avanzar en la investigación, de repente alguien vio o sabe algo... Nunca
se sabe.
Me olvidé presentarme, me llamo Verónica
Santa Cruz, actualmente tengo 45 años; soy cosmetóloga, trabajo por mi cuenta,
tengo una buena clientela, económicamente tengo una situación estable. Viviamos
en una casa bastante amplia, con jardín, teniamos un perro Sky, teníamos lo
suficiente para ser felices. Actualmente estoy en la misma casa, pero sin Sky,
que se escapó. Soy separada, Rafael, mi ex-marido me dejó cuando David
tenía cinco años. Siempre supe afrontar esa situación de mujer abandonada, ese
cambio abrupto me hizo más fuerte, más independiente, perdí todos mis miedos,
me encontré a mí misma, pero mi hijo desgraciadamente fue distinto,
sufrió mucho a causa de esa falta de padre que nunca se hizo responsable; eso
lo hizo madurar precozmente. Se convirtió en un chico bastante rebelde,
retraído, con un amargo rencor hacia su padre; quizá también me culpaba a mí
por ese abandono, no lo sé, no sería raro y esa es una de las causas por las
cuales le costó mucho a la policía creer que la desaparición de David se debía
a un rapto, o algo peor, siempre estuvo la duda si David no se había escapado,
pero yo se que no es así. Solo no hubiera ido a ninguna parte. Algo
siempre me dijo que no fue así.
Todo comenzó un día de Abril, 13 o 15 no
recuerdo bien, esa mañana David se fue a la escuela, estaba terminando su
séptimo grado, lo estaba repitiendo, ese día se levantó como siempre sin muchas
ganas.
-David, apúrate que se te hace tarde –
le dije golpeando la puerta de su cuarto, siempre se encerraba a oír su música
de rock pesado, a navegar en Internet por su computadora.
-Ya voy ma, déjame tranquilo. –Salió
con sus blue jeans rotosos como se usan a la moda, su chaqueta de cuero negra,
tomó su merengada rápidamente.
-Querido no vengas tarde –
Hoy viene tu tía Doris con tu primo a cenar.
-Ufff!!! Ya séeee, que fastidio!!! - me dio
un beso de mala gana.
-Hasta luego mi niño, chaíto.......
Y ésa fue la última vez que vi a mi
adorado hijo, rebelde, contestón, rockero, pero era mi hijo, lo único que
yo tenía en la vida. La única bendición que Dios me dio. Nuestros diálogos
siempre eran así, la verdad no había mucha comunicación, lo consideraba
una etapa de su edad; solo una vez tuvimos una discusión fuerte, por motivos
que no vienen al caso, luego él amenazó con escaparse, con irse de la casa.
Cosas de muchachos, siempre me pareció. Una situación que tuvo muy en
cuenta y que sigue teniendo en cuenta la policía que investiga su caso.
Llegó la tarde, se hicieron las cinco, las
seis, las siete... David debería haber llegado a las cinco, podría haberse
retrasado un poco, pero ya estaba anocheciendo; me pareció raro, porque con
toda su rebeldía, siempre regresaba a casa hambriento, apurado para encerrarse
en su habitación. Y ese día no hubo ninguna discusión, todo en él parecía
normal, como siempre era.
Llamé a la casa de Ernesto su amigo más
íntimo.
–Katty, soy Vero, ¿no sabes si tu hijo y el mío andarán juntos?
–No amiga, Ernesto está arriba, hace un rato llegó de las clases, le preguntaré de todas formas si lo vio y te aviso.- Más tarde me confirmó que salieron juntos del colegio, pero cada uno tomó rumbos diferentes, le pareció que David tomaba el camino hacia su casa. Llamé a su celular varias veces, pero salía desconectado. Cómo alguien no podía saber algo, no vivíamos en un pueblo tan grande. Esto me alarmó mucho más. Algo no estaba bien.
–Katty, soy Vero, ¿no sabes si tu hijo y el mío andarán juntos?
–No amiga, Ernesto está arriba, hace un rato llegó de las clases, le preguntaré de todas formas si lo vio y te aviso.- Más tarde me confirmó que salieron juntos del colegio, pero cada uno tomó rumbos diferentes, le pareció que David tomaba el camino hacia su casa. Llamé a su celular varias veces, pero salía desconectado. Cómo alguien no podía saber algo, no vivíamos en un pueblo tan grande. Esto me alarmó mucho más. Algo no estaba bien.
Para reportar su desaparición era aún muy
precipitado, hasta las 48 horas el departamento de Policía no recibe las
denuncias. Igualmente me puse un abrigo y salí a la calle, a ver si lo veía,
pregunté en el vecindario pero no habían visto nada. Algo empezó a quebrarse en
mí, ¿habría ido a casa de algún amigo? Justo llegó mi hermana Doris con su
hijo, me abracé a ella desconsolada, no dejó que me venciera el desaliento. Si
mi hermana no hubiera estado no sé como hubiera hecho. ¿pero cómo no sentirme
asustada, horrorizada? Tenía un mal pálpito, un horrible presentimiento. -Dios
mío, me decía, no me hagas esto, ayúdame a encontrarlo.-
Entré al cuarto de David para ver si
encontraba algo, una nota, cualquier cosa que me indicara. Estaba todo medio
desordenado como de costumbre, su compu, su guitarra, sus Cds, pero ni un
indicio nada que me dijera algo sobre adónde habría ido. Me largué a llorar,
las primeras de mis amargas lágrimas, hoy ya no lloro, se me secó el corazón de
llorarlo. Amaneció, yo ni dormí, estuve todas esas horas sentada cerca de la
puerta, de vez en cuando salía con la esperanza de ver a David regresar. Decidí
ir a avisar a la policía, de todas formas, alguien tenía que escucharme.
–Siéntese señora Santa Cruz, cuéntenos
que le sucede. Me debe haber visto con mi cara de angustia, ojerosa,
vestida de cualquier manera. Le conté al oficial todo, desde que David salió
esa mañana, la conversación, hasta el último detalle. Y así comenzó mi
calvario, con preguntas, esperas, más preguntas; dos detectives se hicieron
cargo de la investigación, los detectives Nelson y Rauseo. Empezaron a moverse,
a visitar casa por casa, nadie vio nada, nadie escuchó nada. Como si se hubiera
desvanecido en el aire. ¿Qué habló con su hijo antes de que se fuera?
¿Qué clase de amigos tenía? ¿No ha hablado con su ex esposo? ¿Quienes
eran sus amistades por internet? (refiriéndose a la pornografía infantil y de
jóvenes) ¿Está segura que no consumía drogas? esa pregunta
nunca dejaron de hacérmela, sabía que algunos de sus compañeros fumaban
marihuana, pero yo conocía a mi hijo, David ni siquiera fumaba cigarrillos,
hasta donde yo supe... A mi ex no se le pudo encontrar, como si no hubiera
existido, como si no hubiera tenido esta familia, creo que hasta estas alturas
no sabe todavía que su hijo ya no está más.
Contemplar la posibilidad de que había sido
objeto de un crimen era una de las que tenía más credibilidad. Era un menor de
edad, pudo haber sido secuestrado, tanto degenerado suelto, en fin... me niego
a pensar en eso. Quiero recordarlo a mi hijo como el último día que lo
vi. Eso me motiva a seguir. Poner imágenes sangrientas o violentas en mi mente,
me hiela la sangre, tener que imaginarme lo que David pudo haber
sufrido en manos extrañas, pidiendo ayuda, no, eso me supera, no tengo
valor para aceptarlas. ¿Alguien podrá comprenderme?
Nuestro barrio fue siempre tranquilo, David
tomaba su autobús a dos cuadras, y hasta ese día no hubo ninguna razón de
peligro. En estos casos si no hay cuerpo, no se declara muerta a ninguna
persona, a no ser que se hallen rastros de sangre, o alguna evidencia que
indique violencia. Ellos, los oficiales insistían mucho en “aquella
discusión” que no podía ocultar, porque todo, todo hay que referirlo
para despejar cualquier duda; no se puede ocultar nada. la personalidad de
David, su historia de hijo abandonado, sus amigos, hasta tratar de confirmar si
no estaba en las drogas. En casa jamás, jamás, le encontré ningun rastro de
droga entre sus pertenencias, si lo hacía no era en nuestro hogar; el era así
como todos los chicos, en constante rebeldía, y un chico como él que no tenía
esa figura paternal, pero en el fondo era un buen muchacho, solo le faltaba un
poco de orientación, ayuda psicológica tal vez, como madre no me era fácil
tampoco sacarlo adelante, no me gustaba gritarle, ni negarle lo que él pedía,
amor, apoyo y atención nunca le faltó. La pregunta que no concordaba con
la supuesta huida de David era ¿con qué dinero podía haberse
ido? Unicamente yo le facilitaba para sus gastos de escuela, no tenía libreta
de ahorros, ¿hacia dónde pudiera haber ido?, sin dinero, sólo que alguien lo
acompañara y le pagara sus gastos. No conocía ninguna persona mayor para que lo
ayudara a huir. Eso no tenía sentido.
A los cinco días de denunciar su
desaparición, sugerida por los detectives, empecé la campaña de repartir y
pegar volantes con su fotografía y un mensaje que decía:
- “David Martin. Desaparecido. Si
alguien ha visto a este joven, favor comunicarse al teléfono 824.74......” - Los
repartí por todo el barrio, los pegamos en cada árbol, en los negocios, ayudada
por mi hermana y otros conocidos. Salieron también grupos de búsqueda por toda
la ciudad, por los parques, las plazas, los terrenos baldíos, por el río, con
oficiales y perros entrenados, nada se dejó de hacer para hallarlo, no hubo
lugar donde no se dejara de buscar. Sus compañeros no dejaron de
preocuparse y sé que si alguno de ellos supiera algo no dejarían de
notificarlo. E incluso en los terminales de bus, de trenes, mostramos su
fotografía. Mi pobre hijo, ¿dónde estaría? Días, meses, que se fueron sin
lograr nada, sin una respuesta, ni rastros de él. Al cumplirse un año, con
todos los vecinos organizamos una vigilia, haciendo cadenas de oración, con
velas, fotos de David, fue conmovedor, la fe de esos amigos, sé que donde fuera
que estuviera mi hijo, lo agradecerá infinitamente.
Ese mismo año, viví el golpe más fuerte
desde que se inició esta pesadilla. Una tarde me llamó Nelson, el detective.
–Verónica, necesito que venga al
departamento, es urgente.- No quiso decirme nada más, no
sabía si alegrarme, o alarmarme. Su voz no me pareció optimista. Cuando entre
al escritorio de Nelson, sacó para mostrarme una bolsa transparente.
-¿Reconoces este móvil?
- El celular de David.... - Me
desplomé.
Como madre a esas alturas, sabía dentro de
mí que era muy difícil que pudiera estar vivo, y la misma policía me lo hizo
entender para que no alimentara falsas esperanzas. Aunque siempre queda una
lamparita encendida para que no se quede en nosotros una total oscuridad.
– Lo encontramos a diez cuadras de tu casa. Tendremos que revisar sus últimas llamadas, o por lo menos saber cuando fue el último día que lo usó. Al menos nos será de utilidad para poder avanzar algo. En esos momentos solo quería volver a casa, solo quería que me devolvieran el cuerpo de mi hijo, si es que estaba muerto. Poder saber que fue lo que le pasó, que le hicieron.
– Lo encontramos a diez cuadras de tu casa. Tendremos que revisar sus últimas llamadas, o por lo menos saber cuando fue el último día que lo usó. Al menos nos será de utilidad para poder avanzar algo. En esos momentos solo quería volver a casa, solo quería que me devolvieran el cuerpo de mi hijo, si es que estaba muerto. Poder saber que fue lo que le pasó, que le hicieron.
No se avanzó mucho con ese hallazgo, su
última llamada fue ese día a un compañero de clases pero la había realizado
antes de ir para el colegio, o sea que no sirvió de mucho, nada más que para
confirmar que su desaparición no había sido voluntaria. Alguien
se atravesó en el camino de David... algo le sucedió saliendo del
colegio, porque ese teléfono no quedó abandonado allí por casualidad,
era como el otro yo de David. Nunca lo perdía ni se separaba de él.
Llamadas al departamento hubieron siempre,
muchas, correos electrónicos, “que lo vieron por no sé que calle”, “que
creyeron ver a un chico muy parecido a él en otra ciudad cercana”, pero
pocas tenían, credibilidad ni coherencia; todos querían encontrarlo, los medios
de comunicación colaboraron mucho, radio, prensa, televisión. Mi casa hasta
hace dos años era una invasión de periodistas, de fundaciones de ayuda, todo
por David. Ya nadie lo creía vivo y yo tampoco, mas no dejarían de buscarlo.
Cuando la gente se une por una causa como ésta, es lo que motiva a seguir
viviendo, a luchar, a no bajar los brazos. Mi hijo se lo merecía. Llamadas así
no dejaron de haber, pero hubo una....
Una que me
convenció casi totalmente, y así y todo me resisto a creerla, de tan tenebrosa
que parece.
A los dos meses del encontrar el teléfono,
me llamó Nelson, pobre Nelson, ya era como parte de la familia, un poco más que
Rauseo, Nelson se lo tomó muy a pecho, teníamos grandes charlas, ese dolor nos
unió como amigos claro, sentía que él quería protejerme. Sentía que conocía a
David como a un sobrino. Un corazón enorme tiene ese hombre, porque hoy
seguimos siendo grandes amigos. Me llamó al mediodía,
– Verónica tiene que venir a la delegación, es importante-
– ¡Dios! me dije- ¿qué habrán encontrado?- Al entrar a la oficina estaban Nelson y Rauseo sentados en el escritorio, y al frente de ellos una mujer, que yo no conocía, me la presentaron como Laura Santander. Ellos deseaban hacer la interrogación en mi presencia. La mujer era de mi zona, nos contó el siguiente relato.
– Verónica tiene que venir a la delegación, es importante-
– ¡Dios! me dije- ¿qué habrán encontrado?- Al entrar a la oficina estaban Nelson y Rauseo sentados en el escritorio, y al frente de ellos una mujer, que yo no conocía, me la presentaron como Laura Santander. Ellos deseaban hacer la interrogación en mi presencia. La mujer era de mi zona, nos contó el siguiente relato.
–Ese día, el 14 de abril, yo fui a visitar a
una amiga que vive en la calle Libertad (a cinco
cuadras de mi casa), iba caminando y me llamó la atención ver a un hombre
hablando con un muchacho.
–¿Cómo era el hombre? Preguntó
Rauseo
–Era un tipo como de 50 a 60 años. Llevaba
puesto un abrigo medio gastado, y tenía puesto un gorro, parecía de piel; lo vi
de costado hablando con el joven.
–¿Qué le llamó la atención de ese
hombre y el muchacho?
–No sé, ustedes me irán a decir que estoy
inventando, pero había algo en el hombre que me parecía raro.
-¿Pudo ver si era una conversación forzada?
¿El hombre estaba maltratándolo?
–El viejo estaba agarrándole el
hombro, como sujetándolo. Pero tampoco puedo asegurar de que lo estuviera
forzando.
–¿Recuerda como estaba vestido el menor?
–Creo que tenía puestos unos bluejeans y una
campera
–¿De qué color? - La
escudriñó Nelson
–Estoy segura que era una campera negra.
Cuando escuché esa parte, cerré los ojos,
coincidía con la ropa que tenía puesta David el día que desapareció.
–¿Puede decirnos algo más sobre lo que vio?
¿Algo que pueda ayudarnos?
–No, oficial, estoy tratando de recordar;
después yo seguí unas cuadras más para ir a la casa de mi amiga. Salí de
allí como las 7 de la noche. Después me olvidé del asunto. Y me fui en un taxi.
Cuando vi en el programa de televisión la historia de este chico, me acordé de
ese día, porque el lugar que mencionaban donde desapareció, era el mismo donde
yo había visto lo que vi; el rostro del chico no pude verlo, estaba de
espaldas, pero era de pelo castaño como el hijo de la señora.
La mujer terminó su historia así. La policía
no sabía cuanto de verdad o mentira podía haber. Y así se quedó. Como un
testimonio más. Hubo más investigaciones, pero por la descripción que hizo del
hombre no concordaba con nadie que viviera por esa zona. Lo único que parecía
certero era la descripción del menor, su ropa, su pelo; pudo haber sido
David.
Y pensar que eso ocurrió a pocos metros de
casa.... Nelson y Rauseo no se atrevieron a decirme mucho más, sus
miradas lo decían todo. No deseaban sepultar mis últimas esperanzas, que era
inconcebible lo sé, pero sin encontrar el cuerpo.... La única certeza es que lo
que le pasó a mi hijo es algo que ninguna madre quisiera confirmarlo, Nelson y
Rauseo me acompañaron a casa, fuimos en silencio, ese día creo yo fue el
capítulo final de mi calvario.
Ya han pasado cinco años de esta página
negra de mi vida, hoy David hubiera cumplido dieciocho años, su cuarto está
igual, no le he cambiado nada, y así seguirá, su cama hecha, sus afiches en la
pared, su computadora, su guitarra intacta, sus libros, su cuarto lo espera
siempre... a ese hijo que un desconocido o desconocidos me arrebataron, ese
hijo que siempre anhelo encontrar, porque eso sí, todos los días me asomo a la
puerta, por si acaso no se ve venir desde lejos a mi muchachito insolente y
desgreñado, hecho ya un hombre. Converso con él todas las noches; muchas
ocasiones he soñado que me habla, que me dice no me preocupe, que está bien.
Quizá un día de éstos se abra la puerta y
entre corriendo la razón de mi vida, dando un portazo, con su voz de niño
traspasando el umbral de la pubertad, – Máaaa, ¿que hay de comer?- No
dejo de hacer su plato favorito, pasta a la carbonara y su postre preferido
para su cumple, torta de chocolate con nueces.. Eso es lo que me gusta
imaginarme, que David nunca se fue, que todo fue un largo sueño, del que ya
quiero despertar. Porque soy una madre que no baja los brazos, ¿qué madre lo
hace? Pudieron haberse llevado a mi hijo, pero jamás me verán derrotada, soy
una madre que sigue repartiendo volantes y recorriendo las calles, preguntando
a cualquiera que pueda recordar... buscando hacer justicia, porque si hay algún
culpable, no quedará impune, así pasen todos los años que tengan que pasar.
Ese momento llegará, estoy segura, sonará el
teléfono y mi valiente amigo Nelson me dirá:
- Vero, lo encontramos...; hallarán sus huesos que esperan ser descubiertos en algún lugar recóndito de este pueblo, porque no puede estar muy lejos de aquí, y David podrá tener cristiana sepultura, y le llevaré flores cada domingo.
- Vero, lo encontramos...; hallarán sus huesos que esperan ser descubiertos en algún lugar recóndito de este pueblo, porque no puede estar muy lejos de aquí, y David podrá tener cristiana sepultura, y le llevaré flores cada domingo.
Y ese día, sólo ese día cuando lo
encuentren, descansará mi corazón en paz..."
Comentarios
que tengas un feliz fin de semana.
un saludo.