SECRETO DE CONFESIÓN - CAPITULO IV-FINAL



5.10 pm. El religioso salió del despacho como si le hubieran quitado de encima una torre de plomo, tanto tiempo cargando esa cruz, lo había envejecido más de lo que estaba. Subió al coche y marcó el número del departamento de la jefatura:
– Buenas tardes, ¿se encuentra el detective Coparov? 
En estos momentos no está, se encuentra cumpliendo un arresto por la zona, desea dejarle un mensaje? 
– Sí, por favor que llame al padre Gastón Bernal, que es muy importante. 
– No se preocupe padre, le daremos su recado en cuanto venga. Ya faltaba poco, no sabía si eso resolvería algo pero al menos, no seguiría ocultando la verdad.

5.15 p.m Coparov y Millán terminaron el arresto, cuando iban de regreso, el ruso estaba en unos de sus ensimismamientos acostumbrados. 
Jefe, ¿ahora que sucede?- Dijo su compañero. El Inspector quebró su silencio. 
“¡Cómo no lo pensé antes! Soy una cabeza hueca, ¿cómo se me pasó por alto?”
– No me diga que es otra corazonada, no jefe no me asuste ¡por favor!
– Y de las fuertes Eddie. Gira de regreso, vamos a la Iglesia Santa Cecilia.
– A Santa Cecilia? ¿Para qué?
– Hace unos días me dijiste algo sobre Jack el Destripador ¿no?
– Sí, claro que sí, que en esa época se hubieran podido encontrar huellas de ADN en la escena del crimen o en las víctimas…. Rayos Copa, ¡ya caigo! Pero ¿y en la Iglesia en qué lugar podríamos encontrar ADN?
– ¿En qué lugar estuvo supuestamente el asesino cuando entró?
– ¡¡¡¡El confesionario!!! – dijo Millán dando un pequeño salto en el asiento - ¡Bingo!, Eddie, espero que no sea muy tarde.
En ese momento sonó el móvil del Coparov para informarle la llamada del padre Gastón. De regreso pasarían por allá. Esto era de vida o muerte…

5.45 El sacerdote veía pasar las horas, aún no llegaba la policía. Pensó en pedirle al viejo Paco que le sirviera un té, sentía el estómago frío; de repente sentía que se acababa el tiempo. Se dirigió a la capilla donde su jardinero regularmente hacía la limpieza o cambiaba las flores de las imágenes. No lo vio por ninguna parte, pero sí notó que la puerta que daba al patio estaba semiabierta. Se extrañó, pero en eso oyó un ruido seco, como si algo se hubiera caído.
– ¿Paco? Estás ahí? – No recibió contestación - “Seguramente pensó debe haber bajado al sótano a guardar algo, le he dicho tantas veces que no baje ahí”. La puerta del sótano estaba abierta. Comenzó a bajar. El olor a humedad le impregnó totalmente, era insoportable. 
- ¿Paco? ¿Dónde te metiste? - De repente en la semioscuridad tropezó con algo, prendió la linterna de bolsillo y vio el cuerpo del pobre viejo, tenía sangre en la cabeza. Intentó correr hacia las escaleras para buscar ayuda, pero unas manos fuertes los sostuvieron.
¿Adónde va “padrecito”... ?

– Padrecito, padrecito, usted me ha decepcionado, absolutamente, me ha decepcionado. ¿Por qué tuvo que hablar? ¿Por qué no me hizo caso como le previne hace unos años? El sacerdote reconoció en ese “padrecito” la voz desagradable, metálica del asesino. No sentía miedo, solo temía por la gente que estaba cerca de él; que sin saber podrían pagar las consecuencias con su vida. 
– Yo no he hablado 
– Usted, un clérigo, ¿mintiendo? ¿Quién lo diría? – ¿Y a que vino la policía esta mañana? A tomar café?, a confesarse? A qué, dígame! ¡A quéeeeeeeeeee cura desgraciado!
– Tranquilícese, le he dicho que no he hablado. Vinieron a preguntarme por los crímenes ocurridos, pero les dije que no sabía nada. -respondió el sacerdote-
– No me fío, de todas formas ya me vio. Lo lamento, pero no puedo dejarlo ir. Tenía pensado una despedida más original para usted padre pero no hay mucho tiempo. Comience a rezar “padrecito” pronto irá a tocar la lira con los angelitos. jajajajajajajaja.


5.50 Los detectives después de insistir lograron que el sacerdote de la vieja iglesia los dejara llevarse el confesionario, que estaba guardado en un patio donde se almacenaban los muebles viejos del templo, pues la madera de éste se había deteriorado con el tiempo. No se sentían muy optimistas por el daño que pudiera presentar el dichoso mueble, pero pidieron al departamento que fueran a recogerlo. En pocas horas podrían saber cuántas huellas encontrarían. Tal vez estuviera la que buscaban. Coparov era un ateo porfiado, pero en ese momento le dijo a Millán “si Dios existe que nos haga un milagro con el confesionario”. Millán reía para sus adentros. 
“Jefe no había que ir a hablar con el padre Gastón?, puede ser importante.” 
– Tienes razón, vayamos enseguida a ver qué nos tiene el padre.

En menos de una hora llegaron a la Capilla, era un lugar hermoso, se respiraba una paz muy especial. “Aquí seguramente no debe ser difícil creer en Dios” –se decía el ateo- Llegaron a la puerta que encontraron abierta, el viejo Paco no se veía por ninguna parte. 
– ¡Paco! ¡Padre Gastón! Hay alguien aquí? ¡Qué raro, pero la puerta está abierta! Revisemos en la oficina. – No sé, Millán, esta vez no sé porque tengo una corazonada fea.
– Inspector, usted con sus corazonadas va a lograr que me de un infarto al miocardio. 
– Te lo digo en serio, esto está demasiado silencioso. No es un silencio natural, ¿ no sientes? 
– Yo? Copa, yo solo siento el ruido de mi estómago que me está dando hambre.
De repente se sintieron como unas voces lejanas…..

6.10 pm
– Si me matas no me importa, has lo que tengas que hacer, pero piensa que algún día esto deberá terminar. La justicia divina tarda a veces pero llega. Aún puedes arrepentirte y entregarte. No cargues otro crimen más a tu conciencia.
– ¡Justicia divina! Usted me habla de justicia divina! ¿Y dónde estaba Dios cuando mi madre hizo lo que hizo de mí? ¿Quiere qué le cuente lo que mi madre hacía conmigo? ¡La perra asquerosa! Me desnudaba y me metía en su cama, me hacía todas las porquerías que usted no se imagina. Y tenía nueve años, nueve añooos! ¿Y quién me hizo justicia? ¡¿Dios?! No me haga reír. Pues maldigo a su Dios. Ella estaba podrida, igual que todas, todas son perras asquerosas. Se acabó padre, mi conciencia me dice que lo despache. Sáquese la sotana. ¡¡¡¡Ahora!!!

No sintió que alguien bajaba por las escaleras. No se dio cuenta que la justicia estaba por cumplirse. – ¡Ponga las manos en alto! ¡Quédese quieto! ¡Póngase contra la pared y abra las piernas!
El criminal no se movió, en un instante, rápidamente agarró al sacerdote con las dos manos sujetándolo por el cuello, haciéndole la cabeza hacia atrás; empujando al cura con él se dio vuelta…
– Hágase a un lado. Daré un paseo con el “padrecito”. Un leve movimiento y se la entierro– mostrándole la navaja con que mantenía sometido a su rehén comenzó a caminar hacia atrás hacia las escaleras pero sin darle espalda al policía.
– No sea estúpido. No va a llegar muy lejos. Vienen refuerzos en el camino (No era cierto, pero tenía que amedrentarlo) –le inquirió Coparov. – No tiene escapatoria. Suelte al sacerdote .–

El asesino hizo un movimiento rápido intentando cortarle el cuello a Gastón, pero alguien a sus espaldas gritó: 
– ¡¡¡Quieto!!! El hombre, sorprendido, dio un salto, soltó al cura que se apartó inmediatamente. Millán disparó…
Todo había terminado. El cuerpo del psicópata aún temblaba con los estertores de la muerte. 
Padre, ¿qué está haciendo? El sacerdote se inclinó sobre el moribundo, de él solo pudo alcanzar a oír unas palabras: “….infierno… hasta….” Sus ojos quedaron perdidos en el vacío de la oscuridad. 
“Que Dios tenga misericordia de tu alma”…. Le dijo el padre haciendo sobre el muerto la señal de la cruz.

Después que se levantaron el cadáver, les prestaron ayuda al religioso y a don Paco que estaba solo malherido. Una ambulancia se llevó al jardinero al hospital, mientras los detectives se quedaron hablando con Gastón.
– ¿Usted cree padre, que un hombre así podrá tener entrada en su dichoso paraíso? - le preguntó el Inspector
– Todos somos hijos de Dios. La misericordia de Dios es infinita y sus designios indescifrables. No sabemos lo que este hombre haya sufrido en su vida pasada. Cristo vino por los pecadores, para darnos una esperanza.
– ¡Ay padre!, perdóneme, pero por ahí dicen “el que a hierro mata a hierro muere”, la vida de éste la desconozco, pero si sé de las familias de las vidas que él cegó, ¿quién les devuelve la esperanza?, ¿Quién les devolverá sus vidas? Algún día si llego a creer en su fe, no me quisiera encontrar con ese loco ni en el paraíso ni en ningún otro lado. Gracias padre Gastón, por todo, y espero volver a verlo alguna vez. Paco ya fue trasladado al hospital. Solo recibió un golpe considerable pero estará bien.
– Adiós, cuídense, hasta que Dios diga…

EPILOGO

9 pm. 
Los detectives habían terminado otra jornada. Otra misión cumplida, con valor, otro criminal menos que andaría por esas calles de Dios. La noche tenía un aire puro, perfumado; Coparov miró hacia el cielo estrellado y aspiró profundamente el perfume de las rosas del jardín de la capilla. – Bueno – se dijo a sí mismo– habría que darle una oportunidad a ese Dios para que me diga de una vez donde está.-
– Jefe, ¿otra vez pensando? No Copa, deje a sus corazonaditas descansar. – Millán un poco cansado se reclinó sobre el asiento de la camioneta.
– Sí, tienes razón, pero no era una de esas, solo pensaba...
– ¿Qué Copa?- Preguntó su mano derecha.
– Que alguien nos espera para brindar con una botella de vodka. ¿No te acordabas?
– Es verdad ¡el tovarisch Flynch! ¿Tiene permiso de su esposa Inspector Coparov?
– Con permiso o sin permiso ¡Nasdrovia! 1

1 ¡Nasdrovia! (A su salud en ruso)

FIN

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