Las paredes son las que podrían hablar
si tuvieran voz, si no estuvieran obligadas a callar tanta historia, tantos
recuerdos; el patio que está en el centro es como mi alma que aún respira entre
los helechos y las trinitarias; una pequeña selva verde es lo único que deja
entrar de vida en esta fantasmal morada en que me convirtieron los siglos, el
abandono y el olvido.
Desde arriba los rayos del sol se
filtran entre las rejas, cuando llega el primer amanecer, y el silencio es el
dueño absoluto, a no ser por el trino de algún pajarillo que se mezcla entre
las ramas, y desaparece rápidamente huyendo de este vacío que anidan en las
milenarias estructuras que me sostienen.
Tan antigua como soy sobrevivo entre
callecitas de adoquines y estrechas, que el calor del mediodía derrite a
cuarenta grados, por donde hace siglos transitaban las damas mantuanas que iban
a la misa a la Iglesia situada muy cerca; si mis paredes hablaran cuanto
podrían contar, de un ayer borrado entre las brumas, de este pedacito de barrio
colonial, único sobreviviente de la historia de guerras independentistas, de
los horrores de la esclavitud; tanto vieron pasar mis muros desgastados por
esta callecita angosta; testimonio fiel me enorgullezco de ser, de ese grito de
libertad que alguna vez, algún mediodía caluroso como el de hoy, quebró el aire
de esta ciudad donde persisten los años en mantenerme de pie.
A través de la pequeña puerta se puede
ver pasar la gente yendo a sus distintos destinos, mis rejas nostálgicas
observan a los que pasan, a los que no volverán por mi esquina. Seguiré siendo
por ahora testigo mudo del pasado, del hoy, del futuro que me reste hasta que
la mano del hombre decida destruirme en aras del progreso. Porque a pocos importa
un caserón que lo consumen las telarañas y el recuerdo de una época que se fue.
A la tarde las campanadas de la iglesia
repican con su sonido también desgastado por el tiempo, llamando a la misa y
anunciando otro día que está por irse. Antes de caer la noche se cerrará
nuevamente mi puerta, las sombras de la noche van ocultando de a poco todo
vestigio de luz. Sobre los muros se dibujan las sombras de las plantas formando
figuras fantasmagóricas, solo me llena el silencio…solo me cubre la soledad…
Autora: María José Acuña
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Hecho depósito en custodia por la ley 11723
en la Dirección Nacional de Derecho de Autor
Comentarios
Gracias por aportar letras conmovedoras. Te quiere mucho tu amiga,
Diana.
AMIGA MIA,ESCRIBES Y COMO!!!!!!
Jorge Arié